Es, valga la expresión, como “el rayo que no cesa”. A pesar de los buenos deseos, las promesas que siempre nos hacemos al romper el nuevo año, todos los noticieros del primer día de este esperanzador 2017 han abierto con una noticia luctuosa, el asesinato de una mujer a manos de su pareja. Lo que les digo, el rayo que no cesa. No quiero entrar en los detalles de la víctima y su verdugo. A los propósitos de estas reflexiones son casi irrelevantes. Lo que importa es el hecho en sí, la violencia de género, un problema de toda la sociedad que a pesar de las denuncias en los medios de comunicación, los instrumentos que se arbitran para ponerle coto o la repulsa del conjunto de la sociedad, parece que no disminuye. El ministro del ramo, el bienintencionado Juan Ignacio Zoido aboga por un gran pacto de estado. Naturalmente, como en tantos otros ámbitos de nuestra vida, como la educación, por ejemplo.
Pues eso, hablemos de educación. Me atrevería a afirmar que es la gran asignatura pendiente de nuestra reciente historia. Personalmente sostengo que el signo distintivo del pasado siglo XX ha sido la lucha y la conquista por las mujeres de sus derechos civiles y sociales. Por encima de las grandes guerras y los vertiginosos descubrimientos. Más allá de las bombas nucleares o las exploraciones espaciales, el siglo ha estado marcado por los logros de las féminas en todos los campos en su lucha por la igualdad. Igualdad de derechos, de oportunidades, de aspiraciones, lo que no significa necesariamente uniformidad. No es necesario recurrir al manido “ellas y ellos, inscritos e inscritas, miembros y miembras” para los objetivos de esa lucha.
Me lo cuenta mi hermana María. Mujer en plena sazón de la vida, dinámica y vitalista, comprometida con el mundo en el que vive, con sus problemas y que, mirando más allá del primer horizonte trata de vislumbrar un mundo mejor para los que vienen detrás. La clave me dice – y en eso coincidimos plenamente – está en la educación.
Bien. Pues provista de tales atributos, asistió con su nieta de tres años y otra chiquilla de cinco, a una sesión de cuentacuentos promovida por el ayuntamiento capitalino, en su propia sede, con motivo de las Navidades. Perdón, con motivo de “estas fiestas” debo precisar. En cualquier caso allí fue mi hermana poniendo más énfasis en esta ocasión en fidelizar a tan tiernas criaturas con los cuentos, con la lectura, con la literatura, con la educación, en definitiva con el conocimiento; que en transmitirles sus propias creencias religiosas. Ante un público infantil de unas veinte caritas expectantes, acompañadas de algún adulto, la historia iba de “Perséfone”. Si, ya saben. La mitológica diosa griega, hija de Zeus y Deméter, que es raptada por Hades para convertirla en reina del inframundo ¡Nada menos que del inframundo! Con tan preclaro argumento, la “cuentacuentista” hacía un recorrido por algunas de las culturas que han anidado en nuestra piel de toro, desde L´Anguleru asturiano, pasando por el Esteru cántabro hasta el Olanchero vasco – entre otros- para culminar con la tradición cristiana de la Sagrada Familia, de la Epifanía.
Llegados a este punto la protagonista de esta historieta, ante la expectación de aquellas docenas de ojos bien abiertos y oídos receptores, les condujo al nacimiento del Niño Jesus. – O, matizó la cuentacuentista – “de la niña Jesús”…
¡Oigan! Fue interrumpida por la chiquilla de cinco años, que soltándose de la mano de mi hermana alzó su infantil pulgar e irrumpió sin ningún complejo en el auditorio con su atiplada vocecita para afirmar con rotundidad: -“No, no. Era el Niño Jesús”- A lo que la narradora de marras, superada la sorpresa inicial añadió –“o no”- Ya ven sembrando dudas. Por encima del relato histórico, la tradición, el hecho en sí, sembrando dudas en una mente infantil por aquello de la paridad, de las listas cremallera, o vaya Vd. a saber.
No. Ese no es el camino. Desde este blog, aun cuando no es el tema central del mismo, defendemos la igualdad de hombres y mujeres. Igualdad de oportunidades, igualdad ante la ley. Repudiamos ese auténtico rayo que no cesa, el de la violencia de género, pero tampoco aprobamos, y por eso lo denunciamos, esa sesgada aproximación de tanto “cuentacuentista” al nudo de un problema que a todos nos atañe: la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y la erradicación de la violencia de género.
Adolfo Coloma
GB (R) del ET
Pues eso, hablemos de educación. Me atrevería a afirmar que es la gran asignatura pendiente de nuestra reciente historia. Personalmente sostengo que el signo distintivo del pasado siglo XX ha sido la lucha y la conquista por las mujeres de sus derechos civiles y sociales. Por encima de las grandes guerras y los vertiginosos descubrimientos. Más allá de las bombas nucleares o las exploraciones espaciales, el siglo ha estado marcado por los logros de las féminas en todos los campos en su lucha por la igualdad. Igualdad de derechos, de oportunidades, de aspiraciones, lo que no significa necesariamente uniformidad. No es necesario recurrir al manido “ellas y ellos, inscritos e inscritas, miembros y miembras” para los objetivos de esa lucha.
Me lo cuenta mi hermana María. Mujer en plena sazón de la vida, dinámica y vitalista, comprometida con el mundo en el que vive, con sus problemas y que, mirando más allá del primer horizonte trata de vislumbrar un mundo mejor para los que vienen detrás. La clave me dice – y en eso coincidimos plenamente – está en la educación.
Bien. Pues provista de tales atributos, asistió con su nieta de tres años y otra chiquilla de cinco, a una sesión de cuentacuentos promovida por el ayuntamiento capitalino, en su propia sede, con motivo de las Navidades. Perdón, con motivo de “estas fiestas” debo precisar. En cualquier caso allí fue mi hermana poniendo más énfasis en esta ocasión en fidelizar a tan tiernas criaturas con los cuentos, con la lectura, con la literatura, con la educación, en definitiva con el conocimiento; que en transmitirles sus propias creencias religiosas. Ante un público infantil de unas veinte caritas expectantes, acompañadas de algún adulto, la historia iba de “Perséfone”. Si, ya saben. La mitológica diosa griega, hija de Zeus y Deméter, que es raptada por Hades para convertirla en reina del inframundo ¡Nada menos que del inframundo! Con tan preclaro argumento, la “cuentacuentista” hacía un recorrido por algunas de las culturas que han anidado en nuestra piel de toro, desde L´Anguleru asturiano, pasando por el Esteru cántabro hasta el Olanchero vasco – entre otros- para culminar con la tradición cristiana de la Sagrada Familia, de la Epifanía.
Llegados a este punto la protagonista de esta historieta, ante la expectación de aquellas docenas de ojos bien abiertos y oídos receptores, les condujo al nacimiento del Niño Jesus. – O, matizó la cuentacuentista – “de la niña Jesús”…
¡Oigan! Fue interrumpida por la chiquilla de cinco años, que soltándose de la mano de mi hermana alzó su infantil pulgar e irrumpió sin ningún complejo en el auditorio con su atiplada vocecita para afirmar con rotundidad: -“No, no. Era el Niño Jesús”- A lo que la narradora de marras, superada la sorpresa inicial añadió –“o no”- Ya ven sembrando dudas. Por encima del relato histórico, la tradición, el hecho en sí, sembrando dudas en una mente infantil por aquello de la paridad, de las listas cremallera, o vaya Vd. a saber.
No. Ese no es el camino. Desde este blog, aun cuando no es el tema central del mismo, defendemos la igualdad de hombres y mujeres. Igualdad de oportunidades, igualdad ante la ley. Repudiamos ese auténtico rayo que no cesa, el de la violencia de género, pero tampoco aprobamos, y por eso lo denunciamos, esa sesgada aproximación de tanto “cuentacuentista” al nudo de un problema que a todos nos atañe: la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y la erradicación de la violencia de género.
Adolfo Coloma
GB (R) del ET
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