martes, 3 de enero de 2017

A LA ORDEN DE VUESENSIA MI GENERÁ (Anécdotas para empezar el año 2017) General de División Rafael Dávila Álvarez

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Saludo legionario
Nada mejor que empezar el año con una sonrisa.
Hechas las felicitaciones de rigor les pedimos que sigan entrando a leer nuestros artículos y si es posible que los difundan. A pesar de la edad queremos seguir creciendo y extender nuestros sentimientos. Queremos reflejar los suyos.
Vamos con el humor.
El tratamiento es el título que se da a una persona por cortesía o en función de su cargo o condición. La abreviatura es la representación gráfica reducida de una palabra. En los tratamientos se usa con frecuencia la abreviatura.
Excelentísimo es el superlativo de excelente. Ilustrísimo de ilustre. Lo de Magnífico y Honorable es más difícil de explicar en nuestras actuales circunstancias. Honorable es ser digno de ser honrado o acatado. Provoca hilaridad  pensar en quienes ahora estoy pensando. Muy honorables…
En la vida militar el uso de la expresión verbal sigue en pie, pese a quien pese. El Vuecencia al general y el Usía del coronel es algo que obliga mucho al que ostenta tal tratamiento. Cortesía, educación, respeto mutuo y disciplina. De arriba abajo
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Mi voesensia…
Claro que en ocasiones se escribe y se habla de oídas. Eso crea sus problemas. Les podría dar una larga lista de voces que he oído al dirigirse a un general. Mi boesensia, con distintas modalidades, es muy utilizado en la Legión; no sé muy bien si lo pronuncian con be o con uve, pero lo que es seguro es que se transmite de generación en generación. La frase completa, el tratamiento completo, les aseguro que siempre me gustó y jamás lo corregí ni permití que se hiciese:
A la orden de vuesensia, mi generá Expresión que tiene un sentido más profundo que la correcta y reglamentaria. Uno se siente más general siendo el generá de los legionarios. Al menos este vuesensia que les escribe no ha tenido más alto tratamiento ni título del que se sienta más honrado.
Lo grande además es que normalmente el generá no tiene nombre. Es simplemente eso: el generá, mi vuesensia.
Es el mundo legionario, su lenguaje y sabiduría. Un legionario jamás se calla. No hay interrogante al que no sepa responder.
Al poco de llegar a la Legión presencié una de las grandes lecciones que imparten estos mandos claves de la Legión. Tan importantes o más que el general. Un cabo le decía a un aspirante al gorrillo, un recluta grande y fuerte como un castillo.
-Oye chavá, si no sabes lo que te preguntan tú nunca te calles.
Miras como una fiera a quien te pregunta y le sueltas un espíritu del Credo y se han acabao las tonterías. ¿te has enterao?
A más de un general he visto quedarse sin respuesta cuando un legionario a su pregunta contestaba con un espíritu del Credo. La verdad es que no osaban volver a preguntar y se iban sin entender muy bien aquello.
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Cena en Palacio Real de Madrid
Los ceremoniosos tratamientos dan lugar a situaciones en ocasiones cómicas. Ocurre en las trincheras y alambradas de la vida y entre las gruesas alfombras de la Real Fábrica de Tapices.
En una cena de Estado en el Palacio Real de Madrid ocurrió una anécdota curiosa. Me la contó una señora invitada a la cena. Por entonces yo mandaba la Guardia Real.
Un cartelito con el tratamiento, nombre y cargo señala el lugar de cada comensal en la mesa. Se utiliza la abreviatura, Sr., Excmo., o Ilmo., dependiendo del que a cada uno le corresponda.
Contaba esta señora, que a su lado se sentó un caballero perteneciente al séquito del Jefe de Estado extranjero. Desde el inicial saludo no dejó de dirigirse a ella por el nombre de Ilma.  Al principio pensó que la llamaba, por algún extraño error, Vilma, como la mujer de Pablo Picapiedra, pero resultó que no; la llamaba Ilma. Enseguida comprendió la razón de aquel extraño nombre. En el cartelito que puesto encima de la mesa indicaba su lugar para la cena ponía: Ilma. (Abreviatura de Ilustrísima) Sra. de…, y a continuación su correspondiente cargo. El avispado compañero de mesa antes de sentarse había echado una ojeada al cartelito y no se lo pensó dos veces.  Esta se llama Ilma.
La señora, avezada en estas lides, asumió divertida la situación pensando que ya tenía una historia más para su abundante anecdotario. Cuando se asiste con cierta asiduidad a estos actos acaba uno teniendo una larga colección de sabrosas anécdotas.
El señor Zapatero suprimió los tratamientos en el ámbito de la Administración. Todos de señor o señora. Ni excelentísimos ni ilustrísimos. Nadie le hizo caso, ni la administración de justicia, ni la militar, ni sus señorías.
¿Recuerdan a Cela?
-pero, ¿quién se cree usted que es?
-¿Yo? Cultura general… ¿Y usted?
Aquella orden de Zapatero se suprimió por ley y por cultura.
.Cuentan que estando enfermo el peluquero de Alfonso XIII llegó un sustituto que inició su tarea preguntando.
-Majestad como tengo que dirigirme a usted.
-De cualquier manera, incluso me puedes tutear. Menos de usted, puedes dirigirte a mí como te dé la gana.
Cada cosa y caso son distintos. Tradición y cultura juntas.
Tradición y cultura encierra el tratamiento más honroso que he recibido:
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Ilustración de Martín Olmos

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