Vivo en Madrid, cerca de un cuartel. Y cuando el viento del norte se deja caer por la capital, arrastrando los fríos serranos, el transcurso del día se ve pautado por los toques de corneta que emanan tras los muros de este cuartel. El toque de diana, el de fajina, llamada…. Y así sucesivamente como si se tratara de la campana de un convento rasgando el aire a maitines, ángelus o vísperas. Claro, todo ello siempre que los vecinos no protesten, como ya ha sucedido en alguna ciudad.
El caso es que estos últimos días, los ritmos severos e inconfundibles al compás de los tambores y las cornetas clamando impertérritas justicia para el Divino Condenado por la justicia humana, me han recordado que se aproxima la Semana Santa. Una de los pocas manifestaciones que van quedando de cuantas nos anunciaban, no hace mucho, esta cita no solo con nuestra fe, sino que también lo es con nuestra cultura y nuestras tradiciones.
Haciendo acopio de aquella piedad que nos inculcaron nuestros padres, más lo que uno ha ido poniendo a lo largo de los años, se duele uno de la imagen descarnada de un hombre inmolándose por toda la humanidad sujeto por dos maderos. Se sintoniza con los versos inmortales de Antonio Machado
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
Sentimiento que expresa la angustia, la impotencia ante aquel pecado de lesa humanidad. Llevado Jesús ante Caifás este le propinó un bofetada, a lo que Jesús le respondió – “Si hablé mal, dime en qué. Si no ¿Por qué me hieres?”- Palabras inmortales que parecen resonar con toda nitidez cuando se profana un templo con la desnudez por argumento. Contrasta, no cabe duda con la actitud
Mas un travieso aldeano,
una precoz criatura
de corazón noble y sano
y alma tan grande y tan pura
como el cielo castellano.
Que describió el gran José María Gabriel y Galán, salmantino y charro, recordando a un niño que se plantó ante el paso procesional de la flagelación y le lanzó una pedrada
A aquél sayón inhumano,
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano.
Haciendo rodar su cabezota de cartón piedra. Y al ser interrogado por qué lo había hecho, contestó el rapazuelo: -¡Porque sí; porque le pegan, sin haber ningún motivo!
Si, busca uno una escalera para arrancar aquello clavos injustos e innecesarios con los que nos quieren laminar prácticas y sentimientos que son parte de un acervo religioso y cultural de todo un pueblo sustituyéndolos por una “semana de festividades” o “fiestas de primavera”.
Si, definitivamente si hace falta una escalera. Pero antes habrá que subir la imagen de Cristo al madero, como lo hacen los legionarios con la de su protector, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, para entronizarlo y acompañarlo en una de las muchas procesiones , esas oraciones colectivas, síntesis de ética y estética, que desbordan nuestros pueblos y ciudades. ¿Por qué negarle a unos soldados, gente preparada y mentalizada para enfrentarse cara a cara con la muerte, la devoción y el fervor y mostrarlo como ellos lo saben hacer: en formación cerrada, marcando el paso tras su Cristo?
No es cuestión de un día, ni de una moda. La vinculación del Cristo de la Buena Muerte con la Legión Española se remonta casi al poco de su fundación ¡Y nos acercamos ya a su centenario! En efecto, la década de los 20 del siglo pasado fue pródiga en tragedias y hechos heroicos al otro lado del Estrecho. La ciudad de Málaga vivió aquello casi en primera persona porque los hospitales de la ciudad se poblaron de heridos y convalecientes. El Teniente Coronel Millán Astray, fundador de La Legión se encontraba entre ellos, y en una visita a la capilla del convento de Santo Domingo, al ver la imagen del Cristo obra del imaginero granadino Pedro de Mena en el siglo XVII, al contemplar el rostro del Salvador a punto de expirar, resignado ante su destino, pero con una expresión en su rostro que no denota mi odio ante sus verdugos, ni dolor ante su atroz castigo, sino una inmensa paz; determinó el fundador que esa era la expresión que él quería para sus propios legionarios ante el momento decisivo. Él, que les había enseñado el valor de la muerte en combate.
Desde entonces los legionarios le rinden culto a la imagen de ese Cristo que alzan con determinación sobre sus fuertes brazos mientras le mecen al compás de los tambores y le cantan como ellos saben hacerlo una oración. A su Cristo, al Cristo de Mena, aunque como muchos de Vds. sabrán, ya no es la talla del imaginero granadino. La suya fue salvajemente profanada y quemada en los tristes episodios de quema de convento, los días 11 y 12 de Mayo de 1931. Conviene recordarlo. ¡Perdonad, pero no olvidéis! La imagen actual es obra del malagueño Francisco Palma Burgos, siguiendo la documentación gráfica y descripciones de la de Mena. Uno de los escasísimos crucificados que encontrarán que cruza la pierna izquierda sobre la derecha. Y acompañando la imagen de Ntra. Sra. De la Soledad, a la que también escolta la Infantería de Marina, procesiona todos los Jueves Santos por las calles malagueñas.
Nada menos que un poeta de la talla de José María Pemán. si, Don José María, aquel que nos dejó la letra de un himno para todos los españoles – “Gloria a la patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol”- Dejó también unos inmortales versos ante la imagen del Cristo:
Señor, aunque no merezco
que tu escuches mi quejido;
por la muerte que has sufrido,
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que te pido:
A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.
Y a cambio de esta alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena.
¡Cristo de la Buena Muerte!
Los días que preceden a la procesión los legionarios le acompañarán en un viacrucis y le harán una guardia de honor. No rige el reglamento de orden cerrado en estas ocasiones, sino la tradición. Por eso, los legionarios hincarán ante su Cristo la rodilla en tierra como manifestación de sus creencias y sentimientos
… que los legionarios llevamos
En pos este lema y esta fe:
De rodillas ante Dios
Ante los hombres de pie.
¿A quién puede molestar esa manifestación de fe, de cultura y tradición?
¿Dónde están y quienes son
esos gigantes de mierda
que sin apurar la cuerda
murmuran de La Legión.
Pueblo de nuestra nación
bien soñada y bien parida
La Legión es pueblo y vida
del pueblo, y contra sí mismo
se mete quien su heroísmo
trata de lucha suicida.
Se preguntaba hace ya unos años aquel poeta legionario o legionario poeta, El Coronel José de Carranza. No a los legionarios ni al pueblo al que sirven ¡Qué pena! Cuanto odio se suma a la pasión que recordamos de Cristo. Por eso cuando uno reflexiona sobre estas cosas, concluye con la que nos ofrece el poeta Charro al que antes me he referido:
Yo, que con los hombres voy,
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos niños de ayer?
Adolfo Coloma contreras
General de Brigada (R) del Ejército
El caso es que estos últimos días, los ritmos severos e inconfundibles al compás de los tambores y las cornetas clamando impertérritas justicia para el Divino Condenado por la justicia humana, me han recordado que se aproxima la Semana Santa. Una de los pocas manifestaciones que van quedando de cuantas nos anunciaban, no hace mucho, esta cita no solo con nuestra fe, sino que también lo es con nuestra cultura y nuestras tradiciones.
Haciendo acopio de aquella piedad que nos inculcaron nuestros padres, más lo que uno ha ido poniendo a lo largo de los años, se duele uno de la imagen descarnada de un hombre inmolándose por toda la humanidad sujeto por dos maderos. Se sintoniza con los versos inmortales de Antonio Machado
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
Sentimiento que expresa la angustia, la impotencia ante aquel pecado de lesa humanidad. Llevado Jesús ante Caifás este le propinó un bofetada, a lo que Jesús le respondió – “Si hablé mal, dime en qué. Si no ¿Por qué me hieres?”- Palabras inmortales que parecen resonar con toda nitidez cuando se profana un templo con la desnudez por argumento. Contrasta, no cabe duda con la actitud
Mas un travieso aldeano,
una precoz criatura
de corazón noble y sano
y alma tan grande y tan pura
como el cielo castellano.
Que describió el gran José María Gabriel y Galán, salmantino y charro, recordando a un niño que se plantó ante el paso procesional de la flagelación y le lanzó una pedrada
A aquél sayón inhumano,
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano.
Haciendo rodar su cabezota de cartón piedra. Y al ser interrogado por qué lo había hecho, contestó el rapazuelo: -¡Porque sí; porque le pegan, sin haber ningún motivo!
Si, busca uno una escalera para arrancar aquello clavos injustos e innecesarios con los que nos quieren laminar prácticas y sentimientos que son parte de un acervo religioso y cultural de todo un pueblo sustituyéndolos por una “semana de festividades” o “fiestas de primavera”.
Si, definitivamente si hace falta una escalera. Pero antes habrá que subir la imagen de Cristo al madero, como lo hacen los legionarios con la de su protector, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, para entronizarlo y acompañarlo en una de las muchas procesiones , esas oraciones colectivas, síntesis de ética y estética, que desbordan nuestros pueblos y ciudades. ¿Por qué negarle a unos soldados, gente preparada y mentalizada para enfrentarse cara a cara con la muerte, la devoción y el fervor y mostrarlo como ellos lo saben hacer: en formación cerrada, marcando el paso tras su Cristo?
No es cuestión de un día, ni de una moda. La vinculación del Cristo de la Buena Muerte con la Legión Española se remonta casi al poco de su fundación ¡Y nos acercamos ya a su centenario! En efecto, la década de los 20 del siglo pasado fue pródiga en tragedias y hechos heroicos al otro lado del Estrecho. La ciudad de Málaga vivió aquello casi en primera persona porque los hospitales de la ciudad se poblaron de heridos y convalecientes. El Teniente Coronel Millán Astray, fundador de La Legión se encontraba entre ellos, y en una visita a la capilla del convento de Santo Domingo, al ver la imagen del Cristo obra del imaginero granadino Pedro de Mena en el siglo XVII, al contemplar el rostro del Salvador a punto de expirar, resignado ante su destino, pero con una expresión en su rostro que no denota mi odio ante sus verdugos, ni dolor ante su atroz castigo, sino una inmensa paz; determinó el fundador que esa era la expresión que él quería para sus propios legionarios ante el momento decisivo. Él, que les había enseñado el valor de la muerte en combate.
Desde entonces los legionarios le rinden culto a la imagen de ese Cristo que alzan con determinación sobre sus fuertes brazos mientras le mecen al compás de los tambores y le cantan como ellos saben hacerlo una oración. A su Cristo, al Cristo de Mena, aunque como muchos de Vds. sabrán, ya no es la talla del imaginero granadino. La suya fue salvajemente profanada y quemada en los tristes episodios de quema de convento, los días 11 y 12 de Mayo de 1931. Conviene recordarlo. ¡Perdonad, pero no olvidéis! La imagen actual es obra del malagueño Francisco Palma Burgos, siguiendo la documentación gráfica y descripciones de la de Mena. Uno de los escasísimos crucificados que encontrarán que cruza la pierna izquierda sobre la derecha. Y acompañando la imagen de Ntra. Sra. De la Soledad, a la que también escolta la Infantería de Marina, procesiona todos los Jueves Santos por las calles malagueñas.
Nada menos que un poeta de la talla de José María Pemán. si, Don José María, aquel que nos dejó la letra de un himno para todos los españoles – “Gloria a la patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol”- Dejó también unos inmortales versos ante la imagen del Cristo:
Señor, aunque no merezco
que tu escuches mi quejido;
por la muerte que has sufrido,
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que te pido:
A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.
Y a cambio de esta alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena.
¡Cristo de la Buena Muerte!
Los días que preceden a la procesión los legionarios le acompañarán en un viacrucis y le harán una guardia de honor. No rige el reglamento de orden cerrado en estas ocasiones, sino la tradición. Por eso, los legionarios hincarán ante su Cristo la rodilla en tierra como manifestación de sus creencias y sentimientos
… que los legionarios llevamos
En pos este lema y esta fe:
De rodillas ante Dios
Ante los hombres de pie.
¿A quién puede molestar esa manifestación de fe, de cultura y tradición?
¿Dónde están y quienes son
esos gigantes de mierda
que sin apurar la cuerda
murmuran de La Legión.
Pueblo de nuestra nación
bien soñada y bien parida
La Legión es pueblo y vida
del pueblo, y contra sí mismo
se mete quien su heroísmo
trata de lucha suicida.
Se preguntaba hace ya unos años aquel poeta legionario o legionario poeta, El Coronel José de Carranza. No a los legionarios ni al pueblo al que sirven ¡Qué pena! Cuanto odio se suma a la pasión que recordamos de Cristo. Por eso cuando uno reflexiona sobre estas cosas, concluye con la que nos ofrece el poeta Charro al que antes me he referido:
Yo, que con los hombres voy,
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos niños de ayer?
Adolfo Coloma contreras
General de Brigada (R) del Ejército
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