Nos decía el pasado día 10 de marzo, en una conferencia que impartió en el Instituto Gutiérrez Mellado, el Jefe de Estado Mayor de la Defensa que en el proceso actual de transformación de las Fuerzas Armadas la formación de cuadros de mando y tropa era asunto vital. También apuntó el Almirante que el proceso formativo debía ser ante todo conforme al concepto futuro de utilización de la fuerza y desde luego desde la perspectiva de los valores tradicionales de las FAS.
Y, ¿cuáles son esos valores? para responder a esta pregunta tomo como referencia el artículo 1 de las Reales Ordenanzas donde “se definen los principios éticos y las reglas de comportamiento de acuerdo con la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico. Deben ser guía a todos los militares para fomentar y exigir el exacto cumplimiento del deber, inspirado en el amor a España y en el honor, disciplina y valor”.
Y es sobre la base legal de esta norma que, por ejemplo, el Ejército de Tierra ha llevado a cabo un estudio identificando once valores que deben constituir la norma de actuación de sus componentes, valores extrapolables igualmente al resto de los ejércitos y que son: amor a la patria, compañerismo, disciplina, ejemplaridad, espíritu de sacrificio, espíritu de servicio, excelencia profesional, honor, lealtad, sentido del deber y valor.
Comienzo este artículo con esta referencia importante –recuérdela el lector más tarde– porque servirá para que entienda más adelante cuanto ha sucedido y sucede con la enseñanza militar.
Acontecimientos recientes como el protagonizado por la alcaldesa de Barcelona en la feria de la Enseñanza han dado pie a propios y extraños para glosar fervientemente las bondades del actual sistema de enseñanza militar basado fundamentalmente en lo que se conoce coloquialmente como el de la doble titulación: universitaria en el caso de los oficiales y de técnicos superiores en el de los suboficiales.
Conforme a lo que nos dice al respecto el propio Ministerio de Defensa, la enseñanza militar tiene como finalidades la formación integral y capacitación específica del militar profesional y la permanente actualización de sus conocimientos en los ámbitos operativo, científico, técnico y de gestión de recursos. Se configura como un sistema unitario que garantiza la continuidad del proceso educativo integrado en el sistema educativo general y servido, en su parte fundamental, por la estructura docente del Ministerio de Defensa y cuando el sistema educativo general proporcione las titulaciones requeridas para laincorporación a las Escalas de militares de carrera, la estructura docente del Ministerio de Defensa complementará la formación técnica, acreditada con el título exigido para el ingreso, con la específica necesaria para el desempeño de los cometidos de cada empleo.
No es difícil deducir de la lectura de lo estipulado que, por primera vez en la historia de nuestros ejércitos, no son estos los capacitados para proporcionar a sus oficiales y suboficiales las titulaciones correspondientes a su empleo, sino que se ha cedido la competencia a lo que llaman el sistema educativo general, es decir al Ministerio de Educación, léase el gobierno de turno. Luego veremos las consecuencias de esta cesión, según mi opinión.
Conforme a este nuevo sistema de enseñanza nuestros cuadros de mando adquirirán los títulos del sistema educativo general de técnico superior, de diplomado universitario, arquitecto técnico o ingeniero técnico y de licenciado, arquitecto o ingeniero. Ante este criterio la primera cuestión que se me presenta es hasta qué punto son necesarias estas titulaciones para ejercer el mando de las unidades de nuestros ejércitos, al tiempo que también me pregunto cómo es posible que hasta el día de hoy hayan funcionado nuestras unidades –por cierto bastante bien– sin esas titulaciones. Buenas preguntas y que deben tener respuestas concluyentes dado el entusiasmo –e ingenuidad añadiría yo- con que han sido acogidas -aunque no por todo el mundo– por los actuales mandos de las FAS. La tecnificación que exige el mando de unidades y el manejo de los modernos medios de hoy hace necesario el estudio de materias complejas, sin duda equiparables a las de una carrera técnica superior por lo que me pregunto si no se planteó alguna vez –supongo que sí– simplemente la equiparación final de la carrera militar impartida en las academias militares con las de los estudios universitarios correspondientes sin necesidad de adoptar la situación presente. Desde luego era bien sencillo el hacerlo y la prueba es que hasta antes de la entrada en vigor de este sistema los oficiales procedentes de la enseñanza militar obtenían la equivalencia de muchas de las materias estudiadas en las academias con las de algunas carreras concretas. Me temo que en ningún caso se contempló seriamente esta posibilidad por parte de los gobiernos, tanto socialistas como del PP, pues la pretensión final de lo que se ha hecho no era otra, para mí, que la de privar a los ejércitos de ser ellos, por sí mismos, los capacitados para ostentar el control de la formación de sus oficiales y suboficiales. Y esta es en definitiva la cuestión. A juicio de quien suscribe, no hay otra y paso ahora a exponer mis argumentos, razones por las que más de uno me acusa de ver meigas donde no las hay. Sucede que lo que expongo a partir de ahora es simplemente lo que los teóricos o ideólogos de las sucesivas reformas sufridas por las FAS en los últimos años han dejado escrito y sentenciado con nitidez. Les aconsejo, al efecto, que lean el libro “la transición militar”, del que fuera Ministro de Defensa durante ocho años, el Sr. Narciso Serra. No me invento nada. En lo que sigue verá usted en cursiva la literalidad de lo que expone en ese libro el exministro mencionado.
Nos decía el JEMAD en su conferencia del otro día que el proceso formativo de los cuadros de mando de la estructura de los ejércitos se derivaba del concepto de utilización de la fuerza, pero siempre sobre la base de los valores tradicionales de las FAS, y ya sabemos cuáles son esos valores. Los he citado al principio de estas líneas. Recuérdelos. Ocurre que para los ideólogos de las reformas emprendidas hace ya 30 años hay aquí un problema y es que “estas serán de todo punto imposible de alcanzar si se mantienen unos valores y creencias demasiado distantes de la sociedad a la que han de servir” y siquiera de forma más explícita cuando, al tratar sobre las reformas en la enseñanza militar, añaden como uno de los problemas sustanciales de ellas “el cultivo de unos valores cada vez más alejados de los compartidos por la mayoría de la sociedad y que, bajo la pretensión de militares y patrióticos, no dejan de ser la continuidad de los propios del franquismo”. O sea, el amor a la patria y el cultivo del honor, disciplina y valor –artículo 1 de las Reales Ordenanzas– son valores del franquismo que hay que modificar según nos indica Narcís Serra, por no ser compartidos por la mayoría de la sociedad y además lejanos a ella. Y luego apunta, además, que para conseguirlo “hay que adaptar la estructura de la enseñanza militar a la ordenación general del sistema educativo, que hay que establecer estudios adecuados a las nuevas circunstancias y modificar las condiciones de todo tipo del profesorado”.
A partir de la Ley Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional de 1989, y en las que la siguieron, el Gobierno socialista, y también los del PP que le sucedieron, mostraron con diferentes legislaciones y actuaciones que el área de la enseñanza militar no podía ser de ninguna manera una reserva de dominio de las fuerzas armadas ya que “es en esta donde se puede atrincherar una actitud de autonomía militar y que hay que hacer una aproximación de los valores cultivados en los centros militares con los considerados como mayoritarios por la sociedad en general”.
Releyendo los valores base de las FAS ya citados, me pregunto cuál es el problema que tienen aquéllos respecto a los de una sociedad moderna y democrática como la sociedad española, salvo, claro, que los valores a los que se refiere el Sr. Serra sean los suyos propios de ideología socialista seudomarxista; y por cierto, muy del estilo de estas ideologías es el cómo ve la velocidad del proceso aquel Ministro cuando claramente expone que “todas estas reformas no son un tema fácil o que puedan llevarse a cabo de forma rápida, puesto que en el mejor de los casos, su asimilación por parte del colectivo militar llevará tiempo”. Y añade además, “que la labor de reforma y modernización debe ser prudente en el ritmo”.
A mí todo esto me recuerda mucho a la teoría marxista del minué de Ernesto Guevara: dos pasos adelante y uno atrás.
En el fondo de toda esta cuestión planteada, subyace el objetivo de alcanzar paso a paso la reforma total de unos ejércitos que el Sr Serra como cabecilla, y todos los que le han seguido, ven como una institución molesta e incómoda para el poder civil, desde una perspectiva decimonónica, pensando que las FAS también están en esa misma onda, algo que los años han demostrado como tremendamente erróneo, pues pruebas más que sobradas han dado nuestros ejércitos del reconocimiento total de su subordinación a las leyes y al orden constitucional. Más bien son otros, intuyo, los que se encuentran en un pasado ya superado. Ejemplos tenemos unos cuantos hoy, en nuestra política presente.
En cualquier caso es obsesivo para estos ideólogos el afán de transformar la “peligrosa” institución militar a la que hay que despojar de todo vestigio de lo que ellos piensan son reservas de dominio y de autogobierno en algunas materias como, por ejemplo, la enseñanza. Y es obvio que, con el sentido del control de los tiempos y mediante la legislación, se ha actuado ya de forma directa sobre el proceso de formación de nuestros cuadros de mando. Controlando desde el propio Ministerio de Defensa a través de la Dirección General de Enseñanza, en coordinación con el Ministerio de Educación, los centros de enseñanza militares, así como la de los centros universitarios asociados, se podrá -de hecho se puede ya- elegir profesores ad hoc, afines a la causa que se quiera, planes y programas de enseñanza congruentes con la ideología deseada, etc; en definitiva, transformar los ejércitos mediante la modificación de valores y principios, tal y como propone el Sr. Serra.
Todo cuanto propugnaba hacer dicho el ministro para reformar las FAS en el sentido que él proponía ya se ha llevado a cabo: “modificación de los sistemas de promoción y ascenso, política de vivienda militar, modificación de los horarios de trabajo, integración de escalas, reducción del ejército de tierra…, etc.”. Y el último paso ha sido la formación de oficiales, suboficiales y tropa, de cuya titulación, por mucho que se disimule, ya no son competentes los ejércitos.La misión de estos es tan solo complementarla. A ritmo lento, como bien explicitaba ese ínclito personaje, investigado por cierto por sus “éxitos” en la ruina de Caixa Cataluña y de las escuchas del CSID, todo se está cumpliendo.
Mientras ha gobernado el Partido Popular el proceso ha seguido igual, si bien de forma más “light”-en realidad no ha hecho nada más que seguir las mismas aguas- pero en el momento en el que las que se autodenominan fuerzas progresistas –ya me dirán progresistas de qué– ocupen el poder ya comprobaremos si yo veía meigas o no. Ya veremos cuando actúen directamente y con fuerza sobre la formación de nuestros jóvenes oficiales y suboficiales modificando valores y principios. Al tiempo.
Al autodenominado “progresismo” nunca le gustó el que las FAS se consideraran garantes de las esencias de la nación pese a que así lo diga la propia Constitución Española (art. 8.1) y nada tendría de importancia esto si no viéramos día a día cómo fuerzas destructoras de esas esencias acarician ya el poder y una vez en él puedan arremeter y romper nuestra Patria.
El mal ya está hecho y a mí lo que me alucina es ver la inocencia o ingenuidad con la que los mandos militares del momento acogieron todo esto sin ser conscientes de lo que estaban propiciando. He pertenecido durante cuatro años al Consejo Superior de la Armada mientras se desarrollaban todas estas normas y doy fe de que sólo fui consciente de lo que iban a suponer cuando fueron aprobadas por Ley en las Cortes. En castellano castizo se diría “que nos la metieron doblada” con la aquiescencia de más de uno, que todo hay que decirlo.
Expresémoslo claramente sin tapujos: destrozar la nación española con la presencia de unas FAS sujetas al orden constitucional, tal como expresa el art. 8.1 de la Constitución, no es posible sin la conversión de estas en otras donde los valores que las sostienen sean distintos de los actuales. Y una de las medidas más importantes para lograrlo es actuar sobre los cuadros de mando del futuro a través de un control explícito sobre la enseñanza.
Ignoro que nos deparará el futuro, pero tal como vemos la actualidad política española donde fuerzas antisistema acarician el “asalto al cielo”, al poder, ya me dirán si tengo o no razón cuando veamos a responsables de esas fuerzas en la dirección del Ministerio de Defensa y de los órganos responsables de la enseñanza. ¿Acaso no es lo que han pedido en el caso de llegar al gobierno?
QUE GRAN ERROR y QUE INGENUIDAD el cometido al ceder las competencias sobre la formación y titulaciones de nuestros oficiales y suboficiales a organismos del momento, coyunturales, y no haber mantenido lo que significaba la esencia de lo permanente. Y encima nos congratulamos.
General de División de Infantería de Marina (R.) Juan Chicharro Ortega
Y, ¿cuáles son esos valores? para responder a esta pregunta tomo como referencia el artículo 1 de las Reales Ordenanzas donde “se definen los principios éticos y las reglas de comportamiento de acuerdo con la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico. Deben ser guía a todos los militares para fomentar y exigir el exacto cumplimiento del deber, inspirado en el amor a España y en el honor, disciplina y valor”.
Y es sobre la base legal de esta norma que, por ejemplo, el Ejército de Tierra ha llevado a cabo un estudio identificando once valores que deben constituir la norma de actuación de sus componentes, valores extrapolables igualmente al resto de los ejércitos y que son: amor a la patria, compañerismo, disciplina, ejemplaridad, espíritu de sacrificio, espíritu de servicio, excelencia profesional, honor, lealtad, sentido del deber y valor.
Comienzo este artículo con esta referencia importante –recuérdela el lector más tarde– porque servirá para que entienda más adelante cuanto ha sucedido y sucede con la enseñanza militar.
Acontecimientos recientes como el protagonizado por la alcaldesa de Barcelona en la feria de la Enseñanza han dado pie a propios y extraños para glosar fervientemente las bondades del actual sistema de enseñanza militar basado fundamentalmente en lo que se conoce coloquialmente como el de la doble titulación: universitaria en el caso de los oficiales y de técnicos superiores en el de los suboficiales.
Conforme a lo que nos dice al respecto el propio Ministerio de Defensa, la enseñanza militar tiene como finalidades la formación integral y capacitación específica del militar profesional y la permanente actualización de sus conocimientos en los ámbitos operativo, científico, técnico y de gestión de recursos. Se configura como un sistema unitario que garantiza la continuidad del proceso educativo integrado en el sistema educativo general y servido, en su parte fundamental, por la estructura docente del Ministerio de Defensa y cuando el sistema educativo general proporcione las titulaciones requeridas para laincorporación a las Escalas de militares de carrera, la estructura docente del Ministerio de Defensa complementará la formación técnica, acreditada con el título exigido para el ingreso, con la específica necesaria para el desempeño de los cometidos de cada empleo.
No es difícil deducir de la lectura de lo estipulado que, por primera vez en la historia de nuestros ejércitos, no son estos los capacitados para proporcionar a sus oficiales y suboficiales las titulaciones correspondientes a su empleo, sino que se ha cedido la competencia a lo que llaman el sistema educativo general, es decir al Ministerio de Educación, léase el gobierno de turno. Luego veremos las consecuencias de esta cesión, según mi opinión.
Conforme a este nuevo sistema de enseñanza nuestros cuadros de mando adquirirán los títulos del sistema educativo general de técnico superior, de diplomado universitario, arquitecto técnico o ingeniero técnico y de licenciado, arquitecto o ingeniero. Ante este criterio la primera cuestión que se me presenta es hasta qué punto son necesarias estas titulaciones para ejercer el mando de las unidades de nuestros ejércitos, al tiempo que también me pregunto cómo es posible que hasta el día de hoy hayan funcionado nuestras unidades –por cierto bastante bien– sin esas titulaciones. Buenas preguntas y que deben tener respuestas concluyentes dado el entusiasmo –e ingenuidad añadiría yo- con que han sido acogidas -aunque no por todo el mundo– por los actuales mandos de las FAS. La tecnificación que exige el mando de unidades y el manejo de los modernos medios de hoy hace necesario el estudio de materias complejas, sin duda equiparables a las de una carrera técnica superior por lo que me pregunto si no se planteó alguna vez –supongo que sí– simplemente la equiparación final de la carrera militar impartida en las academias militares con las de los estudios universitarios correspondientes sin necesidad de adoptar la situación presente. Desde luego era bien sencillo el hacerlo y la prueba es que hasta antes de la entrada en vigor de este sistema los oficiales procedentes de la enseñanza militar obtenían la equivalencia de muchas de las materias estudiadas en las academias con las de algunas carreras concretas. Me temo que en ningún caso se contempló seriamente esta posibilidad por parte de los gobiernos, tanto socialistas como del PP, pues la pretensión final de lo que se ha hecho no era otra, para mí, que la de privar a los ejércitos de ser ellos, por sí mismos, los capacitados para ostentar el control de la formación de sus oficiales y suboficiales. Y esta es en definitiva la cuestión. A juicio de quien suscribe, no hay otra y paso ahora a exponer mis argumentos, razones por las que más de uno me acusa de ver meigas donde no las hay. Sucede que lo que expongo a partir de ahora es simplemente lo que los teóricos o ideólogos de las sucesivas reformas sufridas por las FAS en los últimos años han dejado escrito y sentenciado con nitidez. Les aconsejo, al efecto, que lean el libro “la transición militar”, del que fuera Ministro de Defensa durante ocho años, el Sr. Narciso Serra. No me invento nada. En lo que sigue verá usted en cursiva la literalidad de lo que expone en ese libro el exministro mencionado.
Nos decía el JEMAD en su conferencia del otro día que el proceso formativo de los cuadros de mando de la estructura de los ejércitos se derivaba del concepto de utilización de la fuerza, pero siempre sobre la base de los valores tradicionales de las FAS, y ya sabemos cuáles son esos valores. Los he citado al principio de estas líneas. Recuérdelos. Ocurre que para los ideólogos de las reformas emprendidas hace ya 30 años hay aquí un problema y es que “estas serán de todo punto imposible de alcanzar si se mantienen unos valores y creencias demasiado distantes de la sociedad a la que han de servir” y siquiera de forma más explícita cuando, al tratar sobre las reformas en la enseñanza militar, añaden como uno de los problemas sustanciales de ellas “el cultivo de unos valores cada vez más alejados de los compartidos por la mayoría de la sociedad y que, bajo la pretensión de militares y patrióticos, no dejan de ser la continuidad de los propios del franquismo”. O sea, el amor a la patria y el cultivo del honor, disciplina y valor –artículo 1 de las Reales Ordenanzas– son valores del franquismo que hay que modificar según nos indica Narcís Serra, por no ser compartidos por la mayoría de la sociedad y además lejanos a ella. Y luego apunta, además, que para conseguirlo “hay que adaptar la estructura de la enseñanza militar a la ordenación general del sistema educativo, que hay que establecer estudios adecuados a las nuevas circunstancias y modificar las condiciones de todo tipo del profesorado”.
A partir de la Ley Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional de 1989, y en las que la siguieron, el Gobierno socialista, y también los del PP que le sucedieron, mostraron con diferentes legislaciones y actuaciones que el área de la enseñanza militar no podía ser de ninguna manera una reserva de dominio de las fuerzas armadas ya que “es en esta donde se puede atrincherar una actitud de autonomía militar y que hay que hacer una aproximación de los valores cultivados en los centros militares con los considerados como mayoritarios por la sociedad en general”.
Releyendo los valores base de las FAS ya citados, me pregunto cuál es el problema que tienen aquéllos respecto a los de una sociedad moderna y democrática como la sociedad española, salvo, claro, que los valores a los que se refiere el Sr. Serra sean los suyos propios de ideología socialista seudomarxista; y por cierto, muy del estilo de estas ideologías es el cómo ve la velocidad del proceso aquel Ministro cuando claramente expone que “todas estas reformas no son un tema fácil o que puedan llevarse a cabo de forma rápida, puesto que en el mejor de los casos, su asimilación por parte del colectivo militar llevará tiempo”. Y añade además, “que la labor de reforma y modernización debe ser prudente en el ritmo”.
A mí todo esto me recuerda mucho a la teoría marxista del minué de Ernesto Guevara: dos pasos adelante y uno atrás.
En el fondo de toda esta cuestión planteada, subyace el objetivo de alcanzar paso a paso la reforma total de unos ejércitos que el Sr Serra como cabecilla, y todos los que le han seguido, ven como una institución molesta e incómoda para el poder civil, desde una perspectiva decimonónica, pensando que las FAS también están en esa misma onda, algo que los años han demostrado como tremendamente erróneo, pues pruebas más que sobradas han dado nuestros ejércitos del reconocimiento total de su subordinación a las leyes y al orden constitucional. Más bien son otros, intuyo, los que se encuentran en un pasado ya superado. Ejemplos tenemos unos cuantos hoy, en nuestra política presente.
En cualquier caso es obsesivo para estos ideólogos el afán de transformar la “peligrosa” institución militar a la que hay que despojar de todo vestigio de lo que ellos piensan son reservas de dominio y de autogobierno en algunas materias como, por ejemplo, la enseñanza. Y es obvio que, con el sentido del control de los tiempos y mediante la legislación, se ha actuado ya de forma directa sobre el proceso de formación de nuestros cuadros de mando. Controlando desde el propio Ministerio de Defensa a través de la Dirección General de Enseñanza, en coordinación con el Ministerio de Educación, los centros de enseñanza militares, así como la de los centros universitarios asociados, se podrá -de hecho se puede ya- elegir profesores ad hoc, afines a la causa que se quiera, planes y programas de enseñanza congruentes con la ideología deseada, etc; en definitiva, transformar los ejércitos mediante la modificación de valores y principios, tal y como propone el Sr. Serra.
Todo cuanto propugnaba hacer dicho el ministro para reformar las FAS en el sentido que él proponía ya se ha llevado a cabo: “modificación de los sistemas de promoción y ascenso, política de vivienda militar, modificación de los horarios de trabajo, integración de escalas, reducción del ejército de tierra…, etc.”. Y el último paso ha sido la formación de oficiales, suboficiales y tropa, de cuya titulación, por mucho que se disimule, ya no son competentes los ejércitos.La misión de estos es tan solo complementarla. A ritmo lento, como bien explicitaba ese ínclito personaje, investigado por cierto por sus “éxitos” en la ruina de Caixa Cataluña y de las escuchas del CSID, todo se está cumpliendo.
Mientras ha gobernado el Partido Popular el proceso ha seguido igual, si bien de forma más “light”-en realidad no ha hecho nada más que seguir las mismas aguas- pero en el momento en el que las que se autodenominan fuerzas progresistas –ya me dirán progresistas de qué– ocupen el poder ya comprobaremos si yo veía meigas o no. Ya veremos cuando actúen directamente y con fuerza sobre la formación de nuestros jóvenes oficiales y suboficiales modificando valores y principios. Al tiempo.
Al autodenominado “progresismo” nunca le gustó el que las FAS se consideraran garantes de las esencias de la nación pese a que así lo diga la propia Constitución Española (art. 8.1) y nada tendría de importancia esto si no viéramos día a día cómo fuerzas destructoras de esas esencias acarician ya el poder y una vez en él puedan arremeter y romper nuestra Patria.
El mal ya está hecho y a mí lo que me alucina es ver la inocencia o ingenuidad con la que los mandos militares del momento acogieron todo esto sin ser conscientes de lo que estaban propiciando. He pertenecido durante cuatro años al Consejo Superior de la Armada mientras se desarrollaban todas estas normas y doy fe de que sólo fui consciente de lo que iban a suponer cuando fueron aprobadas por Ley en las Cortes. En castellano castizo se diría “que nos la metieron doblada” con la aquiescencia de más de uno, que todo hay que decirlo.
Expresémoslo claramente sin tapujos: destrozar la nación española con la presencia de unas FAS sujetas al orden constitucional, tal como expresa el art. 8.1 de la Constitución, no es posible sin la conversión de estas en otras donde los valores que las sostienen sean distintos de los actuales. Y una de las medidas más importantes para lograrlo es actuar sobre los cuadros de mando del futuro a través de un control explícito sobre la enseñanza.
Ignoro que nos deparará el futuro, pero tal como vemos la actualidad política española donde fuerzas antisistema acarician el “asalto al cielo”, al poder, ya me dirán si tengo o no razón cuando veamos a responsables de esas fuerzas en la dirección del Ministerio de Defensa y de los órganos responsables de la enseñanza. ¿Acaso no es lo que han pedido en el caso de llegar al gobierno?
QUE GRAN ERROR y QUE INGENUIDAD el cometido al ceder las competencias sobre la formación y titulaciones de nuestros oficiales y suboficiales a organismos del momento, coyunturales, y no haber mantenido lo que significaba la esencia de lo permanente. Y encima nos congratulamos.
General de División de Infantería de Marina (R.) Juan Chicharro Ortega
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