Entre el 13 de marzo y el 20 de mayo de 1741, 3.000 soldados españoles al mando del teniente general Blas de Lezo derrotaron a 30.000 ingleses que pretendían conquistar la América española.
Juan E. Pflüger
Martes, 15. Marzo 2016 - 20:20
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La guerra había empezado dos años antes, y el teniente general Blas de Lezo sabía que Cartagena de Indias era uno de los objetivos principales de las tropas inglesas para hacerse con la América española. El día 13 de marzo un imponente ejército se plantó ante la fortaleza española de Bocagrande. Los 30.000 soldados ingleses eran transportados en 29 barcos de línea, 22 fragatas y 135 transportes ligeros. En frente, 3.000 españoles y seis barcos de línea se aprestaban a una defensa que se antojaba imposible. Los bombardeos desde las naves inglesas comenzaron el día 14 y se centraron en destruir las fortalezas españolas.
Durante dos semanas, las plazas de Chamba, San Felipe, Santiago y Bocachica recibieron un bombardeo continuo que redujo a escombros los imponentes fortines españoles que velaban por los intereses de la corona. Entre las ruinas de Bocachica quedaban, como vanguardia de la defensa española cerca de 500 soldados al mando del oficial Carlos Desnaux que aguantaron los primeros ataques de la infantería inglesa -15.000 hombres- que habían desembarcado e intentaban una conquista rápida.
Ante la imposibilidad de defender la plaza, los hombres de Desnaux se replegaron hacia Bogrande donde se unieron a Lezo y los 600 efectivos que le quedaban. Los militares españoles decidieron que la mejor zona para establecer la resistencia era la fortaleza de San Felipe. Había quedado menos dañada que el resto y tenía uno de sus flancos protegidos por una tupida selva que dificultaba el avance con artillería.
Mientras tanto, el general Vernon convencido de su victoria despachó correos hacia Londres para informar de su victoria a la vez que decidía el bombardeo, ya desde tierra, al fuerte de San Felipe donde quedaban activos poco más de 500 efectivos dirigidos por Blas de Lezo y Desnaux. En ese momento, Vernon, desesperado ante la resistencia española, decidió rodear el fuerte y atacar por la retaguardia arriesgándose a atravesar la selva donde muchos de sus hombres se contagiaron de malaria muriendo cientos de hombres.
Desde la selva a la entrada posterior del fuerte había pocos metros y los ingleses no podían usar cañones por lo que Lezo encargó a Desnaux que defendiera la estrecha rampa de acceso con 300 hombres que debieron batirse al arma blanca para ahorrar munición. Los españoles no solo pararon en intento de entrada, sino que causaron más de 1.500 bajas al enemigo que decidió replegarse y atacar de manera frontal con el método clásico de las escalas. La noche del 19 de abril se produjo el ataque con todos los efectivos ingleses disponibles, pero no contaron con que el fuerte había sido modificado antes de la llegada de los ingleses y escavando un foso de más de dos metros junto a la base del muro. Esto provocaba que las escalas quedasen cortas y los ingleses eran fácilmente abatidos desde lo alto de la muralla.
La mañana del 20 de abril, la zona era un campo sembrado de cadáveres y heridos ingleses. Vernon dio la orden de retirar a los supervivientes a los barcos y mantuvo un bombardeo constante que duró 30 días más. Al cabo de ese tiempo tuvo que retirarse ante la imposibilidad de mantener la presión sobre los pocos cientos de españoles que mantenían la defensa de la plaza. Las enfermedades hicieron estragos en una tropa hacinada en los barcos.
Mientras tanto ya habían llegado a Londres los correos enviados por Vernon con el falso anuncio de la victoria inglesa y se celebraba a nivel nacional. Gracias a Blas de Lezo y sus 3.000 hombres, España mantuvo el control de esa zona del mundo siete décadas más y el orgullo nacional quedaba reforzado.
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