Día 01/10/2015 - 01.29h
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Con marcados rasgos masculinos, desde muy joven se esmeró en cultivar su apariencia y modales
«He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis manos con sangre de mis semejantes», dijo el bandolero Luis Candelas antes de ser ejecutado, en 1837, a garrote vil en la plaza de la Cebada. La cita, acompañada por un guiño a la patria («sé feliz»), explica en parte la estima que su nombre despierta casi dos siglos después, considerado como una suerte de patrimonio heróico de Madrid. La leyenda sobre el personaje, igualmente, reserva un espacio a su fama de adulador, con la presunción popular de que durante años se dedicó a conquistar mujeres pudientes para vivir a su costa.
Con sugerente pelambrera negra bajo el pañuelo, patillas anchas e hirsutas sobre su masculino rostro, desde muy joven trató de cultivar su apariencia y modales. Acaso por su esmerada apostura, huidiza de su condición humilde, tuvo una habilidad especial para engatusar a las féminas. No fue difícil ganarse su confianza y conseguir incluso que le prestaran sus joyas. Más allá de los cuarenta robos por los que fue condenado, en sus primeros años como bandolero, entre 1823 y 1830 aproximadamente, sobrevivió gracias a las mujeres a las que había seducido con sus calculadas formas. Una de ellas fue Lola «La Naranjera», una figura a caballo entre la leyenda y la Historia y que lo salvó de la cárcel en varias ocasiones.
«La Naranjera», con amigos influyentes en la corte de Fernando VII, fue durante un tiempo la amante de Luis Candelas, algo que le ocasionó en cualquier caso más disgustos que alegrías, pues también era pretendida por el propio rey. El carácter canalla y rebelde de Candelas, aunque atractivo para ciertas conquistas, fue su condena. Nacido en el barrio de Lavapiés en 1806, fue considerado durante un tiempo como «el enemigo público número uno», el bandido más buscado. Sea como fuere, acabó víctima de la España absolutista en la que le tocó vivir.
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