martes, 29 de septiembre de 2015

Cataluña en versión original: un empate insoluble

 

Los independentistas frente a los unionistas, tomados como bloques. ¿Quién ganó? Ninguno de los dos. ¿Quién avanzó y quién retrocedió? Apenas ninguno de los dos
Foto: Artur Mas, Raül Romeva y Oriol Junqueras. (EFE)
Artur Mas, Raül Romeva y Oriol Junqueras. (EFE)
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Tendremos tiempo para reflexionar con calma sobre las múltiples y muy complejas implicaciones de lo que pasó ayer. Hablaremos hasta el hartazgo del horizonte que se abre para Cataluña en sí misma, para España, para esta Cataluña dentro de España y para España con esta Cataluña dentro de sí. También de lo que este resultado supone para cada una de las principales fuerzas políticas en vísperas de unas elecciones generales. Ayer solo hemos visto el primer acto de este culebrón; para el segundo habrá que aguardar a navidades, y me temo que el desenlace se hará esperar mucho más.
Pero para reflexionar con acierto primero hay que saber lo que realmente ha pasado, por eso hoy es día de hacer números. Vamos por partes.
Primero, el lado “plebiscitario” del asunto: los independentistas frente a los unionistas, tomados como bloques. ¿Quién ganó? Ninguno de los dos. ¿Quién avanzó y quién retrocedió? Apenas ninguno de los dos, si bien podría decirse que la espectacular participación ha traído consigo, respecto a 2012, un leve avance de las fuerzas de la unión y un ligero retroceso de las de la secesión.
Hace tres años las urnas arrojaron un empate entre independentismo y unionismo, con ligera ventaja para el primero: 48% frente a 45%. Ahora se ha repetido el empate, pero aún más ajustado: 48% para un lado y 48% para el otro, y sitúen donde quieran el 2% de Unió para desempatar.
Los independentistas se han quedado clavados en el porcentaje de votos que tuvieron hace tres años y han perdido dos escaños (de 74 a 72); los no independentistas han subido tres puntos  (cinco con Unió) y han ganado dos escaños (de 61 a 63).
¿Cómo se explica que, en una votación con pretensiones plebiscitarias, un empate en votos entre los dos bloques se traduzca en una ventaja de 12 escaños a favor del independentismo? Simplemente, porque no se ha aplicado una norma plebiscitaria en la que necesariamente todos los votos han de tener el mismo peso, sino una ley electoral en la que la provincia de Barcelona está castigada en el reparto de los escaños.
Miquel Iceta. (EFE)
Miquel Iceta. (EFE)
En la provincia de Barcelona, en la que viven tres de cada cuatro ciudadanos de Cataluña, el independentismo ha sido claramente derrotado: 51% frente a 44%. Su “victoria” en escaños es el efecto de un artificio legal que otorga a las provincias menores un peso muy superior al de su población. De hecho, con una circunscripción única de 135 escaños, ahora tendríamos también un empate en escaños y estaríamos discutiendo por centésimas si el último escaño cae de un lado o del otro.
¿Qué quiere decir esto? Primero, que en una lógica plebiscitaria la única conclusión honesta es que estamos ante una sociedad dividida en dos mitades del mismo tamaño, y cuanta más gente vota más se ajusta la igualdad de fuerzas. Y segundo, que esta situación se mantiene casi sin cambios al menos desde 2012. Si ayer hubiera habido un referendo, el resultado habría sido, una vez más, empate.
Ahora bien, si aplicamos la lógica electoral, que mide la fuerza relativa de las fuerzas políticas, ayer hubo un terremoto en Cataluña. Porque pese al pétreo equilibrio de fuerzas entre los dos bloques, dentro de cada uno de ellos se han producido cambios decisivos que son los que van a marcar el futuro inmediato.
A Mas le huele la cabeza a pólvora: para ser investido ni siquiera le basta la abstención de Baños y los suyos, necesita su voto favorable en el Parlament
¿Tiene muchas razones el señor Mas para estar eufórico? Lo dudo. Este es el resultado de su aventura:
No ha conseguido que la mitad de los catalanes voten a favor de la independencia.
Junts Pel Sí ha sido un fracaso como candidatura: ha pasado del 44% al 39% y de 71 a 62 escaños. Un negocio ruinoso para la dupla Mas-Junqueras y un extraordinario botín para la CUP, que se ha dado una merendola con sus votos. Puestos a crispar, crispemos de verdad.
La consecuencia inmediata es que Junts Pel Sí está en manos de la CUP para poder formar gobierno y que a Mas le huele la cabeza a pólvora: para ser investido ni siquiera le basta la abstención de Baños y los suyos, necesita su voto favorable. Y el candidato izquierdista se ha hartado de decir que una cosa es votar independencia y otra votar Mas, que para lo segundo no cuenten con sus huestes. Así que no hay mal que por bien no venga, a lo mejor en este viaje nos libramos del político más irresponsable de la historia moderna de Cataluña -y probablemente  de toda la España democrática.
Balance: hace tres años Artur Mas se echó al monte y entregó las riendas del nacionalismo catalán a ERC. En 2015 se las ha entregado a la CUP. Y aún dicen que el tipo tiene astucia…
Y ¿qué decir de lo que le ha hecho a su partido? En 2010 CiU tenía 62 diputados. Con el primer envite soberanista lo dejó en  50. Y tras la jornada de ayer solo quedarán 30 parlamentarios de Convergencia. De 62 a 30 en cinco años: enhorabuena, señor Mas, ha demostrado usted ser tan inútil gobernando como eficaz destruyendo un partido que un día fue fiable y sólidamente mayoritario.
En el campo no independentista también ha habido importantes ajustes de cuentas cuyos efectos obligan a revisar la quiniela de las generales (no olviden que uno de cada cinco votos de las generales se emitirá en Cataluña).
El unionismo de centro-izquierda (PSC/ICV/Podemos) ha sido derrotado en toda la línea por el unionismo de centro-derecha (Ciudadanos/PP).
 
No lo interpreten como un desplazamiento ideológico: a mi juicio, es un fenómeno paralelo al ocurrido en las filas del independentismo. Ante la polarización de las posiciones, el españolismo “duro” se ha impuesto a las “terceras vías”. Si se trataba de defender España, ¿quién mejor que el partido que nació en Cataluña precisamente con el propósito fundacional de hacerlo? Ciudadanos no solo ha barrido del mapa al PP, sino que se ha comido un buen pedazo del PSC. A ver cómo se las arreglan ahora los socialistas para recuperar en dos meses los votos catalanes sin los cuales es matemáticamente imposible que puedan soñar siquiera con ganar unas elecciones generales.
Lo de CSQP, esa candidatura de nombre imposible, es otra cosa. De tanto querer apostar en todas las mesas (ahora una ficha al derecho a decidir, luego un guiño a la insumisión modelo Colau, después unas gotas de “discurso obrero y campesino”), sus votantes ya no sabían si buscar criada o ponerse a servir, tal ha sido la confusión de Iglesias y los suyos.
Y si algo ha quedado claro es que esta no era una elección para medias tintas ni para andarse con ambigüedades. En el reino de la brocha gorda y de las trincheras, siempre se imponen las versiones “genuinas” y los matices resultan sospechosos: para romper con España, todo el poder a los 'soviets' (perdón, a la CUP). Y para defender España en Cataluña, Ciudadanos, que al fin y al cabo nacieron para eso.
Rajoy, Sánchez e Iglesias tienen mucho que pensar. Pero más les vale pensar deprisa, que las urnas navideñas están ya a la vuelta de la esquina.

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