
Desde entonces somos pocos fiables en Europa, políticamente.

‹‹¡Dios, Qué buen vasallo! ¡Si oviesse buen Señore!››
Hablar de guerra, de combates, de muertos o heridos se convirtió en terreno prohibido en un ministerio, el de defensa, cuya consigna era morir antes que matar y donde estaba prohibido hablar de vocación militar, de épica o de riesgo. O simplemente hablar. La prohibición parece que sigue y el miedo político atenaza a sus responsables con el horizonte de unas elecciones cercanas. Mucho trabajo para los comunicadores agazapados en su posición defensiva. Minimizar el riesgo. Perfil bajo en la información. ¡Silencio! ¡Que nadie se mueva! ¡Hay que pactar no sea que esto se nos vuelva en contra! Son las instrucciones.
¡¡¡Irak, Irak!!!
¿Pactar para defendernos? ¿Pactar para luchar contra los que matan indiscriminadamente en cualquier esquina? Perdonen, pero no entiendo nada. ¿Se discute si nos defendemos o abrazamos a los que pueden matar a los nuestros?

Aunque las acciones heroicas de nuestros soldados se van olvidando y quedando en el sagrado recinto de las unidades, una Nación está obligada a recordar a sus héroes ¡siempre y para siempre!
El 29 de noviembre de 2003 a las 1430 horas morían en Irak siete soldados españoles. Pertenecían al Centro Nacional de Inteligencia, una delicada misión, murieron defendiéndose uno al otro, hasta perecer todos, sin pancartas de apoyo o repulsa. Solo conocían un pacto: ‹‹No abandonar jamás a un hombre en el campo hasta perecer todos››.
Murieron cumpliendo con su sagrado deber, el que juraron con un beso a su Bandera, el destino más elevado de cualquier soldado. Todo por la Patria.
Después siguió el pimpampum político, se discutió la condecoración que les correspondía y jamás nadie valoró que allí hubo héroes que merecían algo más. Nadie abrió un expediente con objeto de condecorar el reconocido valor heroico y el muy distinguido, como virtudes que, con abnegación, inducen a acometer acciones excepcionales o extraordinarias, individuales o colectivas, siempre en servicio y beneficio de España. Los héroes ahora tienen que superar el baremo político.
Hoy recordamos a los que murieron aquel 29 de noviembre de 2003:

Descansen en paz acompañados por el recuerdo de sus compañeros y de tantos españoles agradecidos.
Antes de la batalla de Waterloo, el general Uxbridge preguntó a Wellington qué pensaba hacer. No hubo duda:
‹‹Una cosa es segura, que suceda lo que suceda, usted y yo cumpliremos con nuestro deber››.
Es la respuesta de un servidor público, paisano o uniformado.

Algunos han elegido un modo de vida que consiste en el servicio: a España y a los españoles. Cumplirlo es su deber. Aunque pierdan la batalla y la vida.
‹‹¡Dios, Qué buen vasallo! ¡Si oviesse buen Señore!››
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
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