LA GUERRA DE SIDI IFNI enfrentó a fuerzas españolas con marroquíes en la pretensión por parte de estas últimas de controlar el territorio de Ifni y Villa Bens/Tarfaya, por entonces bajo administración española como parte de sus posesiones en el Sáhara Occidental, al norte de África, entre Octubre de 1.957 y Abril de 1.958 y que culminó con el abortado asedio de la ciudad de Sidi Ifni. Diez años después el gobierno de Franco, en acuerdo de 12 de Octubre de 1.968 otorgaría la retrocesión de Ifni a Marruecos. La bandera española se arrió de Sidi Ifni el 30 de Junio de 1.969.
Este conflicto –que tuvo lugar en el contexto del proceso de descolonización de África durante la segunda mitad del siglo XX- fue dirigido fundamentalmente por elementos del Ejército de Liberación Marroquí, la antigua fuerza guerrillera que luchó por la independencia contra los franceses, liderados por el dirigente del partido Istiqlal, Ben Hammu. Una vez obtenida la independencia, mientras que aproximadamente la mitad de los miembros del EL. se constituían en el Ejército Real Marroquí, el resto se dirigió al sur a conquistar las posesiones españolas en el norte de África. Los grupos armados marroquíes operaban por todo el territorio del Sahara, incluido el ocupado aún por Francia al Este (hoy Argelia), Ceuta (Norte), Melilla (Nordeste), y al sur (hoy Mauritania).
El territorio de Ifni fue cedido por el sultán de Marruecos, Mohammed IV, a España por el Tratado de Wad-Ras, firmado en Tetuán el 26 de Abril de 1.860. Durante las siguientes décadas y con la reticencia de Francia y el reconocimiento internacional obtenido en la Conferencia de Berlín (1.884), se fueron estableciendo más poblaciones en la costa situada al sur de Ifni: CABO JUBY (TARFAYA), SAGUIA EL HAMRA, VILLA CISNEROS y LA GÜERA -Río de Oro- (que formaron posteriormente el Sahara español). En 1.946, todos los enclaves de la zona fueron agrupados en la denominada “África Occidental Española”: El Sáhara Occidental (entonces Sáhara Español) era un desierto habitado por menos de cien mil nómadas en donde la arena y el siroco amargaban la existencia a los españoles. Pero Ifni era un lugar de extraña belleza, con altos montes de tierra roja cubiertos de cactus de un verde brillante y regado por numerosos arroyos. El territorio, de 1.700 kilómetros cuadrados (tres veces el municipio de Madrid), se hallaba incrustado al sur de Agadir. El Atlántico batía sus 60 kilómetros de costa y suavizaba la temperatura. Cuando estalló el conflicto, estaba habitado por 50.000 personas. De ellas, sólo el 18% eran europeas: militares, funcionarios, comerciantes y sus familias. Las demás eran bereberes pertenecientes a la tribu Ait Baamarán, que 20 años antes había contribuido con 11.000 hombres a la Cruzada de Franco.
En realidad, los españoles no llevaban mucho tiempo en Ifni. Aunque, en teoría, su presencia se remontaba a cinco siglos, sólo se había materializado 13 años antes del estallido del conflicto. No fue hasta el Gobierno de la II República cuando, entre Abril y Mayo de 1.934, la fuerza expedicionaria española hizo efectiva esa presencia en la que era “la última aventura colonial española”, tal y como relató el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales cuando acompañó a las tropas en su entrada en aquellos territorios: “¿Ves aquella montaña abrupta? Es de los españoles. ¿Ves aquel valle fértil? Es de los franceses”, simplificaban los “moros del Norte” al periodista español su visión de la ocupación europea del norte de África, un relato que a modo de crónicas recoge el libro “Ifni, la Última Aventura Colonial Española”. Aquellos eran tiempos de paz. El Gobierno de la República había encomendado ocupar el territorio al coronel Osvaldo Capaz y éste eligió el lugar en donde fue levantada la ciudad de Sidi Ifni, que pronto se convirtió en la capital del África Occidental Española. Estaba situada sobre una meseta, al borde del océano y en torno al aeropuerto. La calle principal, en la que se hallaban las oficinas de Correos, el cine y los principales comercios, marcaba la división entre sus habitantes: de un lado, las casas de los europeos; del otro, el "barrio moro", donde los primeros no solían aventurarse. El interior del territorio estaba salpicado de fuertes y puestos militares en torno a los cuales los nativos habían instalado jaimas o levantado casas de adobe. El cable telefónico era la única comunicación entre esos puestos y la capital.
Tras obtener en 1.956 la independencia, Marruecos empezó interesarse por descolonizar las posesiones españolas, fundadas en los proclamados vínculos históricos y geográficos de dichos territorios con Marruecos (incluso el sultán marroquí, Mohammed V, alentó los esfuerzos para reclamar las posesiones españolas y personalmente financió a los conspiradores antiespañoles en Ifni): Manifestaciones contra el dominio extranjero se produjeron en Ifni el 10 de Abril de 1.957, seguidas de disturbios y algún asesinato de leales a España. Los primeros heraldos de la guerra habían aparecido en enero. El día 29 de ese mes, los rebeldes arrancaron 50 metros de cable telefónico y dejaron incomunicado el puesto fronterizo de Tiliuín, al sur. A primeros de Marzo, una bomba mató a un niño e hirió gravemente a su madre en Zoco el Arbag. El 6 de Mayo mataron a tiros a un alférez indígena de la policía; el día 7, a un sargento, y el día 9, a un agente. El 12 de Junio, en la calle principal de Sidi Ifni, asesinaron de un tiro en la espalda a un capitán de Tiradores de origen marroquí. El día 18 cortaron las comunicaciones telefónicas entre la capital y el puesto de Telata de Isbuía. El 10 de julio fue hallado el cadáver de un policía indígena. El 18 de ese mismo mes ardieron misteriosamente 80.000 litros de gasoil almacenados en la playa de Sidi Ifni. El 10 de Agosto, una patrulla española fue tiroteada cuando intentaba reparar la línea telefónica cerca de Tiguisit. Y el 16 de Agosto se produjo el primer enfrentamiento armado entre los soldados y los rebeldes marroquíes: una columna que volvía a Sidi Ifni repelió una emboscada cerca de la capital (cuatro rebeldes murieron y un español resultó herido)… En respuesta, Franco envió dos Banderas (batallones) de la Legión a El Aaiún en Junio de ese año. Mientras tanto, las tropas marroquíes se agruparon en las inmediaciones de Ifni. El 23 de Octubre, dos pueblos en los alrededores de Sidi Ifni, Goulimine y Bou Izarguen, fueron ocupados por 1.500 soldados marroquíes. El cerco de Ifni había comenzado. Dos Banderas más de la Legión llegaron a las posesiones españolas antes del comienzo de las hostilidades (la Sexta Bandera llega a Ifni, en tanto que la Segunda se unió a la Cuarta y la Decimotercera en el Sahara español), desplazándose también una Bandera Paracaidista y un regimiento de Infantería.
El 21 de Noviembre, los servicios de inteligencia españoles en Ifni se dieron cuenta de que los ataques de marroquíes operando desde de Goulimine eran inminentes. Dos días después, las líneas de comunicaciones españolas con los puestos avanzados en la frontera fueron cortadas, al tiempo que una fuerza de unos 2.000 marroquíes asaltaba las guarniciones del territorio de Ifni, así como el aeródromo y el arsenal de Sidi Ifni. Aunque la incursión marroquí fue fácilmente rechazada, los puestos avanzados cercados fueron abandonados o perdidos ante el ataque enemigo, en tanto que Tiliuin, Telata y Tagragra permanecieron bajo estrecho asedio.
Cuando a Franco le comunicaron que los guerrilleros del Ejército de Liberación habían lanzado un ataque general contra Ifni, ordenó al almirante Carrero Blanco, entonces ministro de la Presidencia, evitar a toda costa un baño de sangre que provocara la guerra con Marruecos. Esa idea ya venía siendo repetida por Carrero en sus misivas a los sucesivos gobernadores del África Occidental: "El Ejército de Liberación es un instrumento de la URSS, con el que persigue crear dificultades a los occidentales en África", le escribió el 21 de Marzo de 1.957 al entonces gobernador, el general Ramón Pardo de Santayana. "Nos interesa conservar nuestro territorio sin crear dificultades a nuestras relaciones con Rabat y nos conviene acabar con el Ejército de Liberación sin llegar a una situación de guerra, con una activa política de desprestigio", informando a "nuestros indígenas" de que sus integrantes "son unos malos musulmanes que sirven a Rusia, enemiga de Dios, y que son traidores al sultán". La realidad tenía poco que ver con lo que escribía el almirante: El Ejército de Liberación estaba formado por miembros del partido nacionalista Istiqlal, era respaldado por el sultán Mohamed V y estaba dirigido desde la sombra por el príncipe Muley Hassan, que cuatro años más tarde subiría a trono con el nombre de Hassan II. Su jefe directo era un antiguo mercenario de la Legión Extranjera francesa llamado Ben Hamú. Los rebeldes habían instalado su cuartel general en la localidad marroquí de Gulimín, fronteriza con Ifni y a 50 kilómetros de Sidi Ifni. Eran entre 4.000 y 5.000 hombres y mantenían sitiado el territorio. Los soldados españoles encargados de defenderlo no llegaban a la mitad: ERAN MENOS DE 2.000.
La tensión era máxima en Sidi Ifni. Las tiendas habían echado el cierre, españoles y nativos se habían encerrado en sus casas. Los soldados, armados con un mosquetón y cuatro granadas, patrullaban las calles en grupos de tres. Muchos militares nativos se pasaron a los rebeldes y los mandos decidieron apartar del servicio a buena parte de los demás. Entonces comenzaron a producirse deserciones entre los españoles. Un informe del 15 de Septiembre relata que, sólo en la II Bandera Paracaidista, se habían fugado seis soldados y que la mayoría se habían pasado al enemigo… Y si los españoles eran pocos, su penuria de medios era escandalosa. Los transportes de la Bandera Paracaidista se reducían a dos jeep, dos camiones Ford y una ambulancia. Los soldados utilizaban viejos mosquetones Mauser. Para los escasos ejercicios de tiro recibían sólo diez balas y cuando acababan de disparar debían entregar los casquillos o devolver los proyectiles sobrantes. Los aviones eran ancianos Junker y Heinkel más peligrosos para sus pasajeros y tripulantes que para el enemigo: En Mayo se estrelló uno cuando trataba de despegar (14 muertos) y en Agosto se estrelló otro cuando intentaba aterrizar (seis muertos). En vísperas de la guerra, cada soldado disponía de únicamente 288 balas. El arsenal parecía extraído de la guerra de Gila, pero los muertos eran de verdad. La miseria en que se hallaba la tropa ha quedado reflejada en un informe redactado por el jefe de la II Bandera Paracaidista en Septiembre de 1.957, sólo un mes antes del estallido de la guerra: "El traje de faena comienza a deteriorarse, especialmente en aquellos que sólo tienen un traje de faena, por no haber podido entregar el segundo reglamentario por falta de existencias. En lo que se refiere al calzado (…), se encuentra francamente deteriorado en general. (…) Estas necesidades se han tendido que solucionar permitiendo que los legionarios compraran en el comercio de Ifni calzado no reglamentario y dando orden para que toda clase de servicios e instrucción (…) se realizaran en alpargatas". Pocos días antes, el 23 de Junio, se había producido un relevo en la cúpula del gobierno del África Occidental. El nuevo gobernador, el general Mariano Gómez de Zamalloa, recibió el primer baño de realidad cuando el Ju-52 que le trasladaba desde Canarias estaba a punto de aterrizar en Sidi Ifni. El teniente coronel encargado de recibirle le comunicó por radio que, dado que todos los soldados estaban movilizados, no disponía de tropa para formarle la guardia de honor en el aeropuerto… Sin comentarios.
Pero si el ataque de la madrugada del 23 de Noviembre contra Sidi Ifni fue un fracaso, no ocurrió lo mismo con la ofensiva de los rebeldes contra los puestos del interior. Las noticias que llegaban a la capital desde aquellos fuertes aislados eran alarmantes: Hameidusch había caído y su jefe, un sargento, había sido fusilado delante de sus hombres. Bifurna había sido tomado y nada se sabía de sus cinco defensores. En Tabelcut, un teniente, un cabo, un guardia civil y cinco soldados eran dados por desaparecidos. En Tiugsa, que soportaba un duro asedio, los rebeldes habían asesinado a un tendero español y le habían vaciado los ojos. En Tamucha, el teniente que se hallaba al mando había muerto de un tiro en la cabeza. En Tenín había caído un soldado. Telata de Isbuía, al sur del territorio, se hallaba bajo fuego de mortero y varios de sus defensores estaban gravemente heridos. Ésas eran las noticias cuando los guerrilleros comenzaron a cortar los cables del tendido telefónico y, uno tras otro, los puestos fueron quedándose mudos…
En Tiliuin, 60 tiradores pertenecientes al Cuerpo de Tiradores de Ifni -un cuerpo mixto de soldados españoles e indígenas- defendían el puesto, así como a su población civil, ante el ataque de cientos de marroquíes. El 25 de Noviembre, un intento de rescate fue autorizado por las autoridades españolas. Ante el veto de los Estados Unidos[1] (aliado de Marruecos) para que España utilizara aviones o armas fabricados por ese país, se hubo de recurrir a cinco viejos Heinkel He-111 para bombardear las posiciones marroquíes, mientras que desde el mismo número de Junkers Ju-52 saltaban 75 paracaidistas (15 de cada avión) al mando del capitán Sánchez Duque, sobre el puesto avanzado de Tiliuin, en tanto que un sexto lanzaba armas y suministros. Desafortunadamente, estas fuerzas también quedaron cercadas en el poblado… Pero el 3 de Diciembre, miembros de la Sexta Bandera de la Legión llegaron al puesto, rompiendo el cerco y reconquistando el aeródromo. Todo el personal civil y militar fue entonces evacuado por vía terrestre a Sidi Ifni, a donde llegaron el 6 de Diciembre. Tras destruir las fortificaciones, Tiliuín fue abandonado definitivamente.
Telata de Isbuía tenía un puesto de policía muy apto para dicha función, pero en absoluto preparado para un ataque: Era un cruce de caminos y el fuerte, situado en una hondonada, se hallaba rodeado de montañas muy quebradas Aun así sus defensores estuvieron muy por encima de lo que tuvieron que sufrir, con gran mérito a pesar de los constantes ataques, llegando los marroquíes hasta los mismos muros del fuerte sin poder conquistarlo. Tal vez porque los asaltantes sabían que contaba con una guarnición importante (130 hombres, de los que casi el 40% eran indígenas) y porque sabían que en el recinto había mujeres y niños, su ataque fue feroz. Al mando del puesto de policía se encontraba en aquellas fechas el Teniente Emilio Cuevas Puente y distante a poco más de un kilómetro el destacamento de Tiradores, bajo el mando del capitán Niceto Llorente Sanz, con algo más de un centenar de efectivos bajo sus órdenes. A las 06.30 de la madrugada del 23 de Noviembre de 1.957, varios grupos del ELM. atacan el puesto de Telata, con intenso fuego de fusilería, ametralladoras y morteros: “Apareció el marroquí con un borrico, seguido por otras dos personas. Cuando los militares españoles les dieron el alto, empezaron a disparar. Disparaban los tres marroquíes, pero también disparaban otros desde las casas próximas y muchos más que debían llevar horas emboscados en los palmerales de las riberas. El cauce seco, que hasta ese momento había estado sumido en una oscuridad apacible, se iluminó como el infierno. Los españoles respondieron con sus armas, a discreción. Uno de ellos, que hacía guardia en los polvorines, cayó muerto. Quince minutos más tarde, los disparos cesaron tan súbitamente como habían empezado. Entonces cuatro soldados se aventuraron por la ribera derecha, con la intención de sorprender a los rebeldes por la espalda. Avanzaban entre tinieblas. Un subfusil crepitó y la ráfaga abatió a los tres primeros. Aun herido, uno de ellos pudo lanzar una granada contra el lugar desde el que les habían disparado. El que había quedado ileso aprovechó la explosión y se lanzó sobre el rebelde emboscado. La lucha era cuerpo a cuerpo. Todo terminó cuando el soldado herido que había lanzado la granada logró recuperar su fusil y, de un tiro en la cara, acabó con el marroquí”…
Tras repeler el primer ataque, el operador de radio informa que la defensa ha sido perfectamente organizada, produciéndose las siguientes bajas: En el grupo de Tiradores un muerto, cinco soldados y un sargento heridos, un policía musulmán muerto, un brigada herido grave (Luis Gutiérrez Nalda) y tres policías heridos. Desde ese momento, el puesto de Telata queda asediado y sus defensores deben hacer frente a continuas incursiones con un armamento obsoleto y escaso.
En medio de los continuos ataques, entre los defensores destacan los casos de héroes como el soldado del Regimiento de Redes Permanentes y Servicios Especiales de Transmisiones, JOAQUÍN FANDOS MARTÍNEZ: Asignado al destacamento de Tiradores, cuando dejaba su puesto de operador de radio, relevaba a alguno de sus compañeros más agotados o levemente heridos de las posiciones defensivas, sin apenas descansar durante los nueve días siguientes al 23 de Noviembre. Pero el 1 de Diciembre se producía uno de los últimos y más duros ataques de los marroquíes y Fandos cae gravemente herido por el impacto de una granada de mortero, muriendo al día siguiente.
La expedición de auxilio al puesto avanzado de Telata fue claramente menos exitosa que la de Tiliuin: Los heridos necesitaban atención médica inmediata y el general Gómez de Zamalloa ordenó que una compañía de la Brigada Paracaidista acudiera a su rescate. Aquella decisión desencadenó el episodio más dramático de la guerra: El convoy, al mando del teniente Antonio Ortiz de Zárate, estaba formado por tres viejos camiones y una ambulancia. Además de los cuatro conductores, en los vehículos viajaban 60 soldados, un capitán médico y un brigada practicante. Cada soldado llevaba rancho para un día (una lata de sardinas, un chusco de pan y una cantimplora de agua) e iba armado con un mosquetón y seis cartucheras con 20 balas cada una. Además, el grupo contaba con una ametralladora Hotchkiss, un viejo mortero y una radio. Eran las 17:35 del día 23. En el patio del cuartel de Sidi Ifni y ya con un pie en el estribo del camión, el teniente se despidió de sus compañeros: "¡Entraré en Telata o en el cielo!", proclamó. Resultó lo segundo y en el tránsito le acompañaría buena parte de sus hombres… Desde Sidi Ifni hasta Telata hay apenas 35 kilómetros y el camino entre ambos lugares es hoy un agradable paseo de 20 minutos en coche, pero para los 66 militares de la expedición de Ortiz de Zárate duró diez días y fue un infierno: Tras abandonar la capital el 24, la columna avanzó muy lentamente por la pista que unía Sidi Ifni y Tiliuin (los camiones no podían ir campo a través, dado lo abrupto del terreno), puesto que la carretera era un camino de cabras. Nada más partir, comprobaron que los radioteléfonos con los que debían comunicarse entre los vehículos no funcionaban. Avanzaban en fila india, casi al ralentí. En dos horas sólo lograron recorrer 20 kilómetros. A las 19:30 el teniente, que temía una emboscada nocturna, ordenó acampar y situar los vehículos en círculo, con las cabinas apuntando hacia fuera A las 7:30 del día siguiente reemprendieron la lenta marcha. Dos horas más tarde se toparon con las primeras barreras colocadas por los rebeldes. Los soldados saltaron de los camiones. Mientras unos retiraban las piedras de la carretera, otros se desplegaban a los lados del camino para protegerlos. Siguieron adelante. A las diez, se averió el primer camión. Lograron volver a arrancarlo, pero los obstáculos colocados en el camino eran cada vez más numerosos y los soldados tuvieron que descender, formar dos columnas y caminar flanqueando los vehículos. A las 10:45 empezaron a dispararles desde tres puntos diferentes. El teniente, que se había parapetado tras la rueda de un camión, ordenó un contraataque. Lograron acabar con cuatro guerrilleros, pero varios soldados cayeron heridos. A uno de los rebeldes lo mató un cabo primero a machetazos. Continuaron avanzando. Cuatrocientos metros más adelante, ya a la vista de Telata, encontraron la pista completamente cortada por una montaña de piedras y empezaron a lloverles balas. Uno de los soldados cayó con el pecho atravesado. Los rebeldes disparaban desde una loma y el teniente envió un grupo a tomarla. Desde lo alto del monte, Ortiz de Zárate comprendió que era inútil intentar avanzar hacia el fuerte y ordenó hacer un campamento. Envió a un grupo de hombres a recoger las mantas y un poco de comida que habían dejado en los camiones. Al pasar junto al cadáver de su compañero, vieron que lo habían acuchillado en la cara y en el pecho y le habían quitado hasta las botas. Cuando volvían a subir por la ladera, un rebelde surgió tras una roca, soltó una ráfaga y mató a dos de ellos.
Aislados en lo alto de la loma, los españoles montaron la enorme radio Marconi para pedir ayuda a Sidi Ifni, pero el aparato no funcionaba. Desesperado, el teniente levantó el trasto sobre su cabeza y lo despeñó por la ladera. El mortero también estaba averiado. Durante todo ese día y el siguiente fueron hostigados por disparos. Los soldados permanecían tumbados, para ofrecer el menor blanco posible. A las seis de la mañana del día 26, los rebeldes intentaron asaltar la posición. El teniente fue alcanzado por una ráfaga en el pecho y cayó muerto, y un soldado se derrumbó con una bala en la cabeza. A media tarde, un avión lanzó varios paquetes de comida y un paracaídas con una garrafa de agua. Pero los soldados sólo lograron recuperar dos de los paquetes; los demás cayeron en manos de los guerrilleros. Sitiados en lo alto de la loma, los españoles soportaron durante seis días los ataques de los rebeldes y aplacaron la sed chupando las plantas y bebiéndose sus orines.
El 2 de Diciembre, una columna de infantería que había salido de Sidi Ifni, compuesta por la 21ª compañía del IV Tabor de Tiradores de Ifni al mando del capitán Rafael López Andión rompe el cerco sobre los paracaidistas. Los rebeldes se evaporaron y rescatadores y rescatados se dirigieron con los cadáveres medio podridos al fuerte de Telata, donde fueron recibidos como héroes. El puesto sería destruido para no dejar refugio a los marroquíes. Los supervivientes de Telata y del batallón paracaidista estaban de vuelta en Sidi Ifni el 5 de Diciembre: Habían sufrido cinco muertos y catorce heridos… La liberación de Telata de Isbuía y de los otros puestos sitiados costó decenas de vidas. La mayoría de los muertos eran jóvenes soldados de reemplazo. Su sacrificio sirvió de poco. En el palacio de El Pardo, Franco había llegado a la conclusión de que aquellos fortines eran indefendibles. Prohibió cualquier intento de reconquistarlos y ordenó que fuesen dinamitados. Las tropas se retiraron a Sidi Ifni y dejaron el resto del territorio en manos de Marruecos. También entregaron a Mohamed V el llamado Protectorado del Sur, una franja de desierto casi tan extensa como Cataluña, situada al norte del Sáhara Occidental. Sólo habían transcurrido tres meses desde el primer ataque contra Sidi Ifni…
En conclusión, los primeros ataques guerrilleros habían sido más o menos exitosos. En el espacio de dos semanas, los marroquíes y sus aliados tribales bereberes habían conseguido controlar la mayor parte de Ifni, aislando las unidades españolas tierra adentro de la capital, Sidi Ifni. Ataques simultáneos habían sido lanzados por todo el Sahara español (territorio situado a 200 km al Sur de Ifni), capturando guarniciones y emboscando convoyes y patrullas. Consecuentemente, las unidades insurgentes, reabastecidas y reforzadas en gran medida, se esforzaron en rodear y asediar Sidi Ifni, esperando incitar un levantamiento popular. Sin embargo, los marroquíes subestimaron la fortaleza de las defensas españolas de la ciudad: Abastecida desde el mar por tres buques de la armada española y protegida por una línea de posiciones defensivas, establecidas a lo largo de un perímetro de 27 kilómetros y a 8-10 km del centro de la ciudad, que para el 9 de diciembre albergaba unos 7.500 defensores, la capital resultó inexpugnable. El asedio, que duró hasta Junio de 1.958, transcurrió sin grandes incidentes y relativamente sin derramamiento de sangre, ya que las fuerzas españolas y marroquíes concentraron sus recursos en los escenarios del Sahara español.
En Enero de 1.958, Marruecos redobló su dedicación a la campaña contra España, reorganizando todas las unidades militares en territorio español, como el Ejército de Liberación Saharaui. Mientras tanto, la IX Bandera de la Legión es enviada al Sahara español a reforzar las tropas allí estacionadas. El 12 de Enero, una columna del ELS. atacó la guarnición española en El Aaiún. Derrotados y forzados a retirarse por los españoles, esta columna centró sus esfuerzos en el sudeste de la colonia. La oportunidad se presentó al día siguiente en Edchera, donde dos compañías de la XIII Bandera de la Legión estaban llevando a cabo una misión de reconocimiento. Deslizándose sin ser vistos por entre las dunas junto a las columnas españolas, los marroquíes –que se habían concentrado en aquel cercano paso a El Aaiún tras su descalabro- abrieron fuego. Parapetados, los legionarios lucharon para mantener la cohesión, repeliendo los ataques con fuego de mortero y armas ligeras. El episodio principal de la lucha lo protagonizó el primer pelotón, el cual –aguantando lo indecible- se negó obstinadamente a retroceder ante el fuego marroquí, hasta que el enorme número de bajas le forzó a retirarse (aunque esa brava acción evitó una masacre mayor). Los sangrientos ataques continuaron hasta la caída de la noche, cuando las fuerzas marroquíes, demasiado desperdigadas y sin hombres suficientes para continuar el ataque, se desvanecieron en la oscuridad…. En total, durante estos combates perdieron la vida 48 hombres (de los 198 totales durante la guerra olvidada), todos ellos de la I agrupación formada por la XIII Bandera de la Legión. Por aquella batalla se concedieron las últimas Laureadas individuales: Al Brigada CL. FADRIQUE CASTROMONTE y al CL. MADERAL OLEAGA.
“En Edchera se pagó la supresión del escuadrón de caballería de Tiradores de Ifni, consecuencia de la desmovilización de la mayoría del personal nativo tras la independencia de Marruecos. Aquel escuadrón, incluso dotado de achacosas auto-ametralladoras cañón Chevrolet, del Ejército Popular hubiera hecho, con mejores resultados, las misiones de exploración que hizo la Bandera de la Legión y que le costaron aquella derrota. También hubo falta de información y, sobre todo, exceso de confianza y desprecio del enemigo. Se tuvo prisa por lograr una victoria sin esperar a que terminaran de desembarcar los refuerzos expedicionarios. Incluso se inició la operación sin prever el apoyo aéreo” (Coronel de Artillería José María Manrique).
En Febrero de 1.958, tropas franco-españolas lanzaron una importante ofensiva que desmanteló con éxito al ELS. Por primera vez, el poder aéreo masivamente superior de los europeos fue aplicado, ya que Francia y España desplegaron una escuadra de 130 aviones (60 españoles y 70 franceses). Sobre el terreno se desplegaron 9.000 soldados españoles y 5.000 franceses. El Teniente General López Valencia, capitán general de Canarias, comandaba las fuerzas españolas. Los primeros reductos en caer fueron las fortalezas montañosas marroquíes entre Tan-Tan y Saguia el Hamra. Bombardeadas desde el aire y con fuego de atillería desde tierra (de fuerzas españoles venidas de El Aaiún y Villa Bens y francesas de Fort Trinquet), el Ejército de Liberación sufrió 150 muertos y abandonó sus escondites montañosos y gran cantidad de material.
El 10 de Febrero, las banderas IV, IX y XIII de la Legión, organizadas en una columna motorizada, expulsaron a los marroquíes de Edchera y ocuparon a continuación Tafurdat y Smara. El ejército español, avanzando desde El Aaiún y Villa Cisneros ("Operación Teide"), junto a tropas francesas que operaban desde Fort Gouraud ("Operación Écouvillon"), atacaron contundentemente a los marroquíes el 21 de Febrero, destruyendo las concentraciones del Ejército de Liberación Sahariano entre Bir Nazaran y Ausert: “Hasta la acumulación de los necesarios refuerzos, las guarniciones en la zona lo pasaron bastante mal. Posteriormente, con gran esfuerzo, se barrió al enemigo (en el Sáhara con la colaboración francesa). No se le pudo destruir porque, tanto Francia como Estados Unidos se opusieron a que nuestras fuerzas entraran en Marruecos”.
Así terminaba la última guerra africana de España, la cual -por orden de Franco- no fue dimensionada debidamente ante la desinformada ciudadanía, que tardó en saber que en Ifni se habían producido 198 muertos, 574 heridos y 80 desaparecidos entre los soldados españoles que protegían las colonias y un número indeterminado de bajas entre los marroquíes del EL. que trataban de desalojarlos…
El 1 de Abril se firman los Acuerdos de Angra de Cintra entre los gobiernos español y marroquí, por los que se entregaba a Marruecos Cabo Juby, entre el río Draa y el paralelo 27º 40', excluyéndose Sidi Ifni y el resto del Sáhara español: “El apresurado tratado de paz supuso un mal precedente con Marruecos, además de la ignominia de no obligar a esta nación a que devolviera los prisioneros españoles que las "bandas" habían hecho, liberación que tuvo que esperar su tiempo” (Coronel de Artillería José María Manrique). España mantuvo la posesión de Ifni hasta 1.969, consecuente a la resolución 2.072 de las Naciones Unidas (1.965) en la que insta a la descolonización de Ifni y el Sáhara Occidental. Sin embargo, el control español sobre el Sahara Occidental duró hasta que, de acuerdo con Marruecos (que organiza la tristemente famosa “Marcha Verde”), se firmaron los Acuerdos de Madrid de 1.975, donde España, Marruecos y Mauritania emitieron en Madrid una declaración de principios sobre el Sáhara Occidental, con arreglo al cual las facultades y responsabilidades de España, como Potencia administradora del Territorio, se transfirieron a una administración temporal tripartita, sin que la paralela declaración de independencia hecha por los nacionalistas saharauis (Frente Polisario) y la proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática se tradujeran en la creación de una nueva nación. Antes bien, fue el inicio de un conflicto que dura hasta hoy. “La entrega de Sidi-Ifni a Marruecos fue un acto de realismo político. Sin el apoyo norteamericano y francés, aquel enclave era antieconómico defenderlo, salvo que se fuera a la guerra abierta con Marruecos. Y ya se había visto que ello sería sin el material americano. Puede que por ello se lanzara nuestra Patria a continuar y ampliar la política de ser lo más autárquicos en medios militares de todo tipo, incluidos los nucleares y sus vectores de lanzamiento. Y hablando de enclaves antieconómicos, Ifni lo era y Gibraltar lo fue, como bien saben los ingleses, mientras estuvo cerrada la Verja”.
¿Qué valor estratégico tenía Sidi Ifni para España? Lo tenía y lo sigue teniendo. Las Islas Canarias están muy amenazadas sin una nación amiga en la cercanísima costa. Y no sólo militarmente, porque quien la posea extenderá sus aguas jurisdiccionales hasta casi las playas canarias, con lo que supone eso para la pesca, las explotaciones petrolíferas e incluso el turismo. Es lo que está haciendo Marruecos, contra todo derecho internacional, pero con el apoyo franco-anglosajón, a pesar de no ser siquiera “Potencia administradora” del Sáhara (legalmente lo sigue siendo España). Por supuesto, la explotación de los recursos saharuis, y nuestras inversiones allí, se perdieron también.
En definitiva, Ifni sería sinónimo de “guerra olvidada” si no fuera porque en España hemos olvidado todas excepto la contienda Civil. De otras (como Afganistán) hasta hay reparo en mentarla como tal… Se ha trabajado mucho para que las nuevas generaciones desconozcan la verdadera Historia de España. Desde la Transición, y mucho más desde la ley de la Memoria Histórica, se ha trabajado mucho para hacer que las nuevas generaciones desconozcan la verdadera historia de España, sea la de la Reconquista, el Siglo de Oro o la más reciente. Es una pena.
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[1] “Tras la Independencia de Marruecos, forzada por Francia, el reino alauita se lanzó a una campaña de recuperación de territorios dentro de la idea del mítico Gran Marruecos. Campaña, por otra parte, que a Mohamed V le venía muy bien para desviar hacia el exterior los ardores de las fuerzas comunistas que lideraban gran parte del "Ejército de Liberación"; estos combatientes se habían alzado, fundamentalmente, contra los franceses. Es decir, Marruecos se lanzó a expansionarse a expensas de España (en Ifni y el Sahara) y, luego, de Argelia, además de a neutralizar el veneno del socialismo inoculado en muchos de los que habían combatido contra Francia” (coronel de artillería José María Manrique, autor de “Ifni, 1.958. Sangriento Combate en Edchera”, Editorial Galland Books, 2.012). Por esto último también contó desde el principio con el apoyo de Estados Unidos, tanto en materiales supuestamente abandonados en las bases americanas, como en el campo diplomático. Hay que recordar que “Mr. Marshall” no pasó finalmente por España y el presidente Eisenhower no lo hizo hasta Diciembre de 1.959, precisamente un año después de la guerra de Sidi-Ifni tras la cual España comprendió que no podía mantenerse aislada: “La guerra apenas encubierta sorprendió al mando militar español en general. Y, aun peor, fue que los norteamericanos negaron el empleo del Material de Ayuda (AYAN), por lo que la mayor parte de los materiales de la Aviación, la Marina y el Ejército de Tierra quedaban inutilizados de un plumazo. El veto dejó maniatado a los Ejércitos Españoles”.
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