martes, 20 de diciembre de 2016

HUMANISMO,(PEDRO MOTAS MOSQUERA )

Humanismo, comunidad internacional y raíces cristianas de Europa (Pedro Motas Mosquera)


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Europa cristiana
Ya el P. Vitoria, de la Escuela de Salamanca, en el siglo XVI dijo que “…y es que el orbe todo, que en cierta manera forma una República”. A la comunidad internacional los humanistas le suelen denominar de diferentes maneras, a cual más sugerente: humanidad, linaje humano, familia humana, cristiandad, con lo que se destaca que en tal comunidad predomina más el elemento humano que el protagonismo de los Estados nacionales.
El humanismo pone su foco de atención en cuatro cuestiones:
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Humanismo cristiano
1ª. La pobreza y la desigualdad entre las naciones que se manifiesta en el contraste entre la ingente cantidad de recursos naturales sin utilizar y los millones de personas que pasan o mueren de hambre; entre el exceso de bienes de las sociedades desarrolladas o de consumo y la carencia de los mínimos vitales en las sociedades pobres; entre los recursos destinados al ocio y los dedicados al desarrollo de los pueblos en vías de serlo.
No busquemos a los culpables de esta situación solamente entre los países más ricos, porque una sociedad o un país no se desarrollan si no generan confianza y esta solo se produce con la democracia, la libertad y el control de los Gobiernos. Por mucho que se ayude a aquellos países, su desarrollo solo vendrá cuando se cumplan esas condiciones, por lo que son también culpables quienes las impiden.
2ª. Los derechos humanos están formulados en la “Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, y se refieren tanto a derechos económicos como a valores espirituales, siendo su desconocimiento o vulneración una de las causas de las desigualdades y de las guerras. A la ONU le corresponde la defensa de estos derechos a nivel internacional.
Prevengo de la perversión que se está produciendo al querer incorporar pretendidos derechos humanos en abierta contradicción con los ya reconocidos, en base a asambleas, conferencias o cumbres, que carecen de legitimación y competencia para ello. Es el caso, por ejemplo, de la pretensión de reconocer el aborto como derecho humano de las mujeres, en contradicción con el derecho a la vida reconocido en la Carta.
3ª. Las guerras encuentran su raíz en la prevalencia de un interés político que significa ganancia unilateral o voluntad de poder, o que surge de la violación de los derechos humanos, o por la injusta distribución de los bienes.
Para el humanismo cristiano la doctrina de la guerra justa fue ya formulada por los teólogos de la Escuela de Salamanca (Vitoria, Suarez, Soto), y hoy está perfectamente definida en el punto 2.309 del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por el Papa Juan Pablo II, la cual se extiende a tres supuestos: para reparar los daños causados por una agresión; siempre que se hayan agotado los medios para evitarla; y que concurran condiciones de éxito y proporcionalidad. La apreciación de estas condiciones, que hacen moralmente legítima una guerra, corresponde al juicio prudente de quien está a cargo del bien común, es decir la ONU.
4ª. El último punto es el de la existencia de organizaciones internacionales. Sería imposible enunciar el ilimitado número de las existentes en cualquiera de los ámbitos o sectores de la vida en la comunidad internacional. Pero destacan sobre todas ellas la ONU porque es la garante de la preservación de la paz o de la autorización de la guerra, de la cooperación internacional, de la defensa de los derechos humanos, o del envío de misiones de paz a las zonas en conflicto, entre otras muchas.
Desde el humanismo se apoya la actuación de la ONU, aunque necesita de profundas reformas, no obstante sus fracasos en la solución de conflictos violentos, y no obstante los intentos de desvirtuar el sentido prístino de los derechos humanos.
Otra comunidad internacional que nos atañe directamente es la Unión Europea.
Una de las comunidades internacionales a las que España pertenece y en la que se encuentra plenamente integrada es la Comunidad Europea, ahora denominada Unión Europea.
La idea de una Europa unida ha sido especialmente querida y valorada en la historia del pensamiento humanista, y a ella aludieron en sus libros o escritos muchos humanistas con mayor o menor concreción.
Pero es en 1958 cuando se dan los primeros pasos que han conducido a lo largo de estos años a la realidad europea que vivimos, con sus importantes logros y sus carencias, con sus crisis y sus desarrollos, con sus avances y con sus estancamientos.
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Humanismo
Fue en los primeros años del siglo XXI cuando surgió la idea de elaborar una Constitución para Europa al igual que la tienen los Estados miembros y que sustituyera a todos los Tratados que desde aquel año de 1958 se había ido aprobando. Y en este proyecto fallido se pretendió introducir en su preámbulo una mención a “las raíces cristianas de Europa”. Esta pretensión desató una gran polémica que determino la no inclusión de la mención.
Esta polémica, con independencia de su resultado, tiene el valor de mostrar hasta qué punto el laicismo militante tiene capacidad de negar las evidencias históricas, y merece, por ello, que le dediquemos atención en este artículo.
Que Europa tiene raíces cristianas, y no musulmanas o judías, y que el cristianismo contribuyó a la formación de Europa como el continente más desarrollado política, social y económicamente, es algo indiscutible. Los valores de respeto a la persona y a sus derechos fundamentales, y la concepción de la libertad del ciudadano como base del sistema político, forman parte del acervo que el cristianismo aportó desde los primeros siglos de la era cristiana. La “romanidad” fue sustituida por la “Universitas Christiana”, como “comunidad”, o se hablaba de la “República Christiana”, como forma de Gobierno.
Si por raíces de Europa entendemos todo aquello que se hunde en los diez o doce primeros siglos de nuestra era (el tronco llegaría hasta el siglo XX, y las ramas serían las conquistas actuales), es incontestable que lo que ha quedado como pensamiento que ha configurado Europa, y además de plena actualidad, es el pensamiento cristiano.
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Patrono de Europa
Así San Benito enseñó que “la libertad nace del cumplimiento del deber en la verdad”; que “el trabajo es siempre honorable si se encamina al bien común”; y que era posible un esquema de vida basado en el ritmo de los tres tiempos:“ora, labora et studia”. Ideas no solo aplicables a los monjes benedictinos sino a cualquier persona de nuestro tiempo. San Gregorio habló por primera vez de la plena dignidad que reviste la naturaleza humana. Más cercano a nosotros, San Isidoro de Sevilla, autor de unas “Etimologías” (especie de primera enciclopedia del saber de entonces), valoraba los conocimientos no en su aspecto meramente funcional o utilitario, su utilidad material, sino como medio de crecimiento del hombre, de ser más personalmente. A la antigua politeia griega sucedió una “ciudadanía de Dios” formulada por San Agustín. En Europa surgió por obra del cristianismo, la idea de indivudualidad, esto es, de persona.
La aportación cristiana en las raíces europeas de la historia del pensamiento es abrumadora. Bastaría asomarse, simplemente, a la obra escrita Clemente Romano, Irineo de Lyón, San Basílio, Hilario de Poitiers, Eusebio de Vercelli, San Ambrosio, Máximo de Turín, Paulino de Nola, San Agustín, León Magno, Boecio y Casiodoro, Benito de Nursia, Dionísio Aeropagita, Gregorio Magno, San Columbano o el ya citado San Isidoro, por solo mencionar a algunos.
¿Queremos algunos ejemplos concretos de lo que Europa debe al cristianismo, entre otros muchos? La opción por la libertad frente al determinismo; la distinción entre el respeto debido al matrimonio y el debido al celibato; la diferencia entre un prestamo legal y otro usurario; el reconomiento de la propiedad como derecho individual sujeto a limitaciones; los que creen en la normalidad del matrimonio y en la anormalidad de la poligamia o las uniones de hecho o entre homosexuales; la condena del ataque frente a la justificación de la legitima defensa; la distinción entre adorar estatuas y venerar lo que representan. El escritor inglés Chesterton los recordaba hace años.
Y un último testimonio. En la reciente Constitución de Polonia de 1997, no se ha tenido reparo en reconocer en su preámbulo que: “… Nosotros, la Nación polaca, todos los ciudadanos de la República, los que creen en Dios como fuente de verdad, justicia, y belleza, y los que no comparten esa fe, pero respetan esos valores universales, que surgen de otras fuentes; iguales en derechos y obligaciones en relación con el bién común de Polonia, reconociendo a nuestros antepasados su trabajo y esfuerzo para conseguir la independencia con gran sacrificio, y para nuestra cultura enraizada en la herencia cristiana de nuestra Nación y en los valores humanos universales…”
Reciban un cordial abrazo de
Pedro Motas Mosquera

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