Agotados y sobrecargados: la difícil vida de los agentes del Servicio Secreto de EEUU
Jornadas de 90 horas semanales, horas extra impagadas y vidas personales caóticas: el imposible ritmo de trabajo de los hombres encargados de proteger a los políticos más importantes
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Un problema es el salario. Un agente puede ganar un máximo de 160.300 dólares al año, incluyendo horas extra. A partir de ahí, el trabajo no se paga. La tercera parte de los agentes de protección, en torno a mil, había rebasado ese límite y estuvieron trabajando sin cobrar hasta que el Congreso aprobó una ayuda de emergencia este mes.
Un agente puede ganar un máximo de 160.300 dólares al año, incluyendo horas extra. Si cobrasen todas las horas, muchos superarían esa cifra por decenas de miles de dólares“Estoy 25.000 dólares por encima del límite y si gana mi candidato me aproximaré a los 40.000. Mi semana media de trabajo es de 90 horas”, declaró un agente, de forma anónima, a un comité de supervisión del Congreso. “He tenido un día libre al mes, de media, desde febrero de 2016”, dijo otro. Un jefe de operativo declaró que este año ha sido como “frotar la herida con sal. Todos tenemos nuestras vidas descolocadas y no vemos ningún beneficio por este sacrificio”. Le debían 60.000 dólares en horas extra.
Los recortes presupuestarios se notan en la agencia: pese al aumento de las responsabilidades, el Servicio Secreto ha pasado de tener 7.024 empleados en 2011 a 6.507 en la actualidad, aunque ha planteado aumentos en el futuro. Y el proceso de contratación es largo: 298 días de media, 359 en el caso de los agentes uniformados. Un ritmo insuficiente para sustituir a quienes, cada vez más, lo dejan.
En 2015 una investigación del Congreso reconoció que la agencia está sobrecargada: “Las debilidades de la agencia han sido expuestas por una serie de fallos de seguridad en la Casa Blanca, durante visitas presidenciales, y en las residencias de otros funcionarios”. “La misión del Servicio Secreto ha crecido, y tiene que hacer más con menos”. Un panel independiente vio los mismos problemas: que los agentes “trabajan un número insostenible de horas” y “son presionados más allá de sus límites”.
La falta de incentivos y la sobrecarga habrían contribuido a los problemas de los últimos años. En 2009, una pareja se coló en una fiesta en la Casa Blanca; en 2011 hubo disparos desde fuera y en 2014 un hombre armado con un cuchillo saltó la valla y se coló en el Ala Este. El escándalo más sonado fue el de Cartagena de Indias, en 2012, cuando 11 agentes se llevaron una veintena de prostitutas a su hotel antes de que llegara el presidente a participar en la cumbre de las Américas.
Moral bajo mínimos
Hoy la moral “está en mínimos de todos los tiempos”, dice el informe del Congreso, y el Servicio Secreto ocupa el puesto 319 de 320 en la lista de mejores órganos del Gobierno para trabajar, según una encuesta de Deloitte y Partnership for Public Service. Entre 2005 y 2015 el grado de compromiso de los empleados del Servicio Secreto cayó a la mitad debido, también, a un “liderazgo mediocre".Está en el puesto 319 de 320 en la lista de mejores órganos del Gobierno para trabajar, lo que no es una cifra muy positivaEl periodista de investigación Ronald Kessler, autor del libro "The First Family Detail: Secret Service agents reveal the hidden lives of the Presidents" ["El equipo de la Primera Familia: Agentes del servicio secreto revelan las vidas ocultas de los Presidentes"], ha sido crítico con la agencia y sobre todo con su liderazgo. “El primer problema es la cultura del encubrimiento”, dice a El Confidencial. “La dirección tiene esa cultura de pretender que el Servicio Secreto es invulnerable. Tiene la actitud de que no necesitan más dinero, que hacen más con menos, y cubren o disculpan la laxitud y los problemas”. La persona nombrada en 2013 para limpiar el nombre de la agencia después de los escándalos, Julia Pierson, dimitió al año siguiente por más fallos de seguridad.
El Servicio Secreto fue creado tras la guerra civil con el objetivo original de investigar la falsificación de dólares. En 1901, el asesinato del presidente William McKinley (el tercero abatido en menos de 40 años) hizo que el Congreso le adjudicara al Servicio Secreto la responsabilidad de proteger al comandante en jefe. Además de ello, aún retiene potestades originales, como la investigación de falsificación y fraude.
La agencia se mudó en 2003 al Departamento de Seguridad Nacional, un ministerio con casi un cuarto de millón de empleados repartidos en 21 agencias. El presupuesto anual del servicio era de 1.500 millones de dólares en 2014, “el precio de un bombardero B-2”, en palabras de Kessler, que lo considera limitado para cumplir su misión.
El director del Servicio Secreto, Joseph Clancy, reconoció que la campaña electoral de 2016 ha sido especialmente difícil. “Hubo seis ocasiones en que gente saltó por encima de los ‘aparcamientos de bicicletas’, la defensa que colocamos frente al escenario. En años anteriores no habría ocurrido”, declaró a USA Today. “Ha sido un sacrificio increíble”.
Ronald Kessler dice que la presidencia de Donald Trump va a seguir suponiendo un esfuerzo extra, por su carácter incendiario. “Típicamente, presidentes que remueven las pasiones son los que tienen más probabilidad de ser objetivo de asesinos: JFK, Ronald Reagan, y ciertamente Donald Trump encaja en esa categoría. Veo más amenazas contra él, porque es controvertido. Es una gran preocupación”. Kessler dice que la mejor manera de poner a punto el Servicio Secreto es trayendo a un director de fuera: “Alguien que no sea parte de esa cultura, por ejemplo alguien del FBI. Sería ideal”.
El servicio secreto no sólo defiende la Torre Trump, un monolito de 68 pisos en la avenida más famosa del mundo, también sirve como reclamo para vender uno de sus pisos. “¿Interesado en la protección del Servicio Secreto?”, dice un anuncio de la agencia inmobiliaria Douglas Elliman. “El edificio más seguro de Manhattan”.
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