MARRUECOS. DOS ESCENARIOS (Laureano Martín Pérez)
Diversas noticias aparecidas últimamente, relacionadas con el aumento del gasto en defensa por parte de Marruecos y con la clara y evidente intención de mejora de sus capacidades militares han hecho saltar, por motivos obvios, algunas alarmas.
Pero, como en toda situación, hay que tomarse las cosas con algo de calma, valorar los riesgos reales y deducir las posibles amenazas que de estos se deriven.
Vayamos por partes. Desde comienzos de la década, Marruecos se ha enfrentado a dos acontecimientos que han supuesto una gran amenaza para su estabilidad política y económica: por un lado, los movimientos sociales asociados a la primavera árabe, que en otros países del norte de África surgieron como un camino de esperanza hacia reformas sociales y democráticas y que terminaron provocando cambios de gobierno traumáticos y una inestabilidad sin precedentes en toda la zona; por otro, los efectos de la crisis internacional que, al sacudir los cimientos de la economía de los países de la UE, con la que está tan íntimamente relacionada Marruecos, han afectado a éste gravemente.
A pesar de ello, nuestro vecino del sur ha mostrado una fortaleza considerable ante estos dos elementos desestabilizadores. Y la razón de ésta es la transformación que ha experimentado recientemente el país.
Durante la llamada primavera árabe, Marruecos, Argelia y Jordania se caracterizaron por ser lo países que sufrieron menos tensión en sus transiciones políticas. Los factores que explican las revueltas fueron prácticamente los mismos en todas partes: demanda de justicia, lucha contra la corrupción, contra la arbitrariedad de la acción de los Estados… Sin embargo los resultados fueron diferentes en cada país. Mientras en Túnez, Egipto, Libia o Siria los cambios fueron radicales, en otros como en Yemen o Bahreim estos no tuvieron el mismo empuje que en Marruecos, Argelia o Jordania.
En el caso de Marruecos, al igual que en Jordania o Argelia, esas “revueltas” lo que hicieron fue acelerar diferentes procesos de transición, mas o menos incipientes o tímidos ya iniciados con anterioridad. Esto frenó las masivas manifestaciones populares que tan devastadores efectos tuvieron en otros países y a su vez sirvió de excusa, en un intento de gestión del problema bastante inteligente y efectivo, para que el Gobierno acometiera nuevas reformas, modificaciones constitucionales, etc., todas ellas encaminadas a aumentar la capacidad del Parlamento y a moderar el poder de la monarquía.
Los factores que explican la continuidad y evolución del régimen marroquí son comunes a los presentes en los otros dos países mencionados:
El fundamento del nacimiento de Marruecos como Estado moderno lo encontramos en el origen histórico de su dinastía. Y a ello hemos de añadir que cuando Mohamed VI llegó al trono lo hizo bajo la premisa de iniciar una época de reformas.
Es obvio concluir que en Marruecos fue la monarquía quien sostuvo el sistema y evitó el derrumbamiento del poder durante la “primavera árabe”, lo cual la ha consolidado aun más.
Del mismo modo, es importante reseñar que en Marruecos, la imagen del rey esta íntimamente asociada a la de la integridad del Estado.
Desde su constitución como reino en 1956, Marruecos ha tenido una proyección expansionista, principalmente a costa de España. Y ello hace que se mantenga la reivindicación sobre las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, aunque, hay que recordar, dicha reivindicación no tiene base histórica alguna y su único soporte es la ubicación geográfica. Esta reclamación es repetida cada 30 de julio en el discurso real con motivo de la Fiesta del Trono.
Después de la reforma Constitucional de julio de 2011, se celebraron elecciones legislativas en noviembre de 2011, en las que el partido más votado fue Justicia y Desarrollo (PJD), formación de corte islamista moderado. Esta fue la vía por donde se canalizó en Marruecos la oleada de descontento que en otros países de la región también condujo a la victoria de partidos islamistas. En Marruecos, lejos de todo radicalismo, el PJD formó un gobierno de coalición (el primero a cargo de un partido religioso en la historia del país) con varios partidos laicos.
Y aquí hay que hacer una precisión muy importante. En la nueva reforma, el carácter sagrado del Rey ha sido matizado, pero sigue siendo considerado como “Comendador de los Creyentes”. Y la negativa del partido islamista “Partido de la Justicia y la Caridad” (PJC) a considerarlo como tal, los lleva a ser un partido ilegal aunque tolerado, por lo que no puede presentarse a los comicios y no se puede saber con certeza cual es el apoyo e implantación real que tiene en la sociedad marroquí.
La próxima cita electoral será este año y en ella se comprobará el balance de fuerzas entre los dos grandes partidos, el PJD el Istiqal, este último, partido conservador de corte nacionalista y que reivindica el Gran Marruecos y la anexión de Ceuta y Melilla.
En un ejercicio de inteligencia y con una lectura muy acertada sobre las raíces del problema de la rápida expansión del islamismo radical, desde su llegada al trono, Mohamed VI ha ido impulsando toda una serie de medidas encaminadas a mitigar la expansión de los movimientos islamistas radicales, una de cuyas principales bazas para lograr adeptos es la acción social. Se han introducido planes de alfabetización a través de las mezquitas, reformas religiosas para garantizar la formación y enseñanza de los líderes religiosos, medidas para combatir la pobreza rural y la marginación social, y se han creado organismos para luchar contra la corrupción.
Pero no se tiene una medida clara de la efectividad de estas medidas por cuanto el partido que canaliza esos sentimientos radicales se mueve en la semiclandestinidad. El único dato, y que puede ser preocupante en cuanto a la evolución de la sociedad marroquí, es que en las elecciones legislativas de 2011, por primera vez en la historia, el vencedor fue un partido islamista, moderado, pero islamista. Por lo que no se puede descartar que ésta haya sido la opción de muchos que de haber podido habrían optado por un partido más radical.
El balance económico de 2015 ha sido aceptable. La caída de los precios del petróleo ha beneficiado a Marruecos, y la ligera recuperación económica de la UE es otro factor que ha ayudado, teniendo como reflejo un mayor aumento de turistas toda vez que aun hoy es uno de los destinos más seguros de la zona. Pero estos avances económicos no han tenido el impacto debido en toda la sociedad, y son muchos los graves problemas sociales aún por resolver, todos ellos catalizadores para la deriva hacia el yihadismo radical: alto desempleo juvenil, pobreza y sentimiento de desafección hacia el Estado.
Marruecos es uno de los países de menor renta per cápita del Norte de África y sigue presentando algunos de los peores indicadores sociales de la región: la desigual distribución de la renta y la abundante población joven, mayoritariamente urbana, con un elevado índice de analfabetismo que ronda el 50% y con escasas posibilidades de encontrar empleo a pesar de la mejora económica que ha registrado el país, constituye un caldo de cultivo para el descontento, máxime cuando entre el electorado cunde un sentimiento de desilusión, relacionado con las medidas de consolidación fiscal, la persistencia de la corrupción y la falta de reformas políticas con posterioridad a la constitución de 2011.
Y ese descontento, contenido hasta ahora pero cuyo crecimiento no puede descartarse en un futuro, es la principal amenaza que tienen los países del Magreb y, como no, Marruecos no es una excepción, pues el principal temor es que sea explotado por los sectores mas radicales de aquellos que votan al PJD o por el PJC, que actuarían de puente para la expansión yihadista hacia su territorio desde países como Libia o Mali.
Todo lo mencionado hasta ahora lleva a una primera conclusión, y es que, si bien Marruecos, a día de hoy, con su régimen actual, con todos los matices que se quieran poner, no constituye una amenaza real, sí lo es su estabilidad. O mejor dicho, su potencial inestabilidad.
Ataques como el realizado contra el museo del Bardo en Túnez, o como el de la playa de Susa en el mismo país, podrían repetirse en Marruecos, pues no deja de ser un objetivo apetecible para el Daesh por lo que representa su monarquía, su democracia y, como no, por la importancia de la industria turística.Y es aquí donde hay que entrar a valorar los posibles escenarios.
El primero, menos probable, estaría representado por una deriva mas nacionalista en el poder, con un gobierno liderado por aquellos que propugnan el ideal del Gran Marruecos. Si a esta situación le uniéramos unas sensación de fortaleza por el mayor desarrollo económico y por la evolución de una Fuerzas Armadas que en los últimos años se puede considerar poco menos que asombrosa, y cuya influencia y poder en el régimen es mas que evidente, sólo se necesitaría cualquier elemento externo o desestabilizador que requiriera buscar la unidad total con el fin de desviar la atención para que el devenir de los acontecimientos nos situara en un aprieto. Y no creo que sea necesario recordar episodios no muy lejanos en el tiempo para usar como ejemplo. Aunque en el caso que planteamos sería mucho más serio por el respaldo que tendría dentro del país.
Aquí, juega un importante papel el desarrollo de las Reales Fuerzas Armadas de Marruecos. Este ano comenzará la entrega de un primer lote de 50 carros M1 Abrams adquiridos a EEUU, hasta alcanzar un total de 200 vehículos. A esto se ha de añadir la existencia de UAV, modelo Predator ya en servicio, que operan por ahora principalmente en la zona del Sahara.
La Fuerza aérea también ha dado un considerable salto hacia adelante con la adquisición de los F-16, cuya tecnología es hoy por hoy superior a la de los F-18 españoles destacados en Canarias. La Armada también esta siendo objeto de una intensa modernización, con adquisiciones como una fragata de fabricación francesa, tres corbetas de origen holandés y con la más que probable adquisición de un submarino ruso, dando por primera vez esta capacidad al reino de Marruecos.
A todo lo anteriormente expuesto se añade la noticia aparecida recientemente en la prensa y que confirmaba la ayuda de 22000 millones de dólares por parte de Arabia Saudi a Marruecos para financiar la creación de una industria armamentística propia.
Todos estos datos, siempre unidos a ese primer escenario que hemos planteado nos dejarían en una posición cuanto menos incómoda, teniendo en cuenta datos como el retraso en la entrada en servicio de los submarinos S-80 ( que pueden provocar un lapso de uno o dos años en los que perdamos esa capacidad ), la baja de más de la mitad de los Harrier de la Armada, el retraso en la recepción de los aviones de transporte A-400 y los helicópteros NH-90 o la perdida de la capacidad de reabastecimiento en vuelo. Algo, sin duda sobre lo que meditar.
El segundo escenario a plantear es más probable y quizás más peligroso aún. Un deterioro en la situación de la economía de Marruecos llevaría a un aumento de las cotas de descontento, y facilitaría el contagio de ese sentimiento de desafección hacia el Estado que siempre es aprovechado por los radicales islamistas, los cuales, a pesar de todo, están ganando adeptos en el país vecino día a día.
Ante esa situación, y con la posibilidad de trasvase de ideólogos y combatientes desde los países cercanos, el Daesh vería una oportunidad de oro para socavar los cimientos del régimen monárquico alauí, al tiempo que su establecimiento en territorio marroquí le permitiría, por un lado, ocupar el extremo del cinturón del Sahel que aun no controla, hacerse con nuevas rutas para todas sus actividades, tener acceso más libre aún desde el norte a Mauritania y Mali, poner a Argelia en un serio aprieto y desde luego llevar su amenaza directamente a la misma puerta de Europa, pues no olvidemos que Ceuta y Melilla serían las primeras piezas codiciadas por los yihadistas, y que un Marruecos inestable o sumido en una lucha contra el radicalismo como la que se vive en otros países sería la oportunidad ideal para intentar dar ese golpe.
Así las cosas, la solución no es fácil pero, sea como sea el punto común para mitigar los riesgos de ambos escenarios pasa por un Marruecos estable y desarrollado que sea capaz de minimizar la implantación del radicalismo islámico, pero teniendo clara la necesidad que tenemos de mantener un equilibrio de fuerzas disuasorio tal que nos proporcionara la ventaja necesaria si se materializara el primero de ambos supuestos.
Laureano Martín Pérez (Historiador-Analista Internacional)
Pero, como en toda situación, hay que tomarse las cosas con algo de calma, valorar los riesgos reales y deducir las posibles amenazas que de estos se deriven.
Vayamos por partes. Desde comienzos de la década, Marruecos se ha enfrentado a dos acontecimientos que han supuesto una gran amenaza para su estabilidad política y económica: por un lado, los movimientos sociales asociados a la primavera árabe, que en otros países del norte de África surgieron como un camino de esperanza hacia reformas sociales y democráticas y que terminaron provocando cambios de gobierno traumáticos y una inestabilidad sin precedentes en toda la zona; por otro, los efectos de la crisis internacional que, al sacudir los cimientos de la economía de los países de la UE, con la que está tan íntimamente relacionada Marruecos, han afectado a éste gravemente.
A pesar de ello, nuestro vecino del sur ha mostrado una fortaleza considerable ante estos dos elementos desestabilizadores. Y la razón de ésta es la transformación que ha experimentado recientemente el país.
Durante la llamada primavera árabe, Marruecos, Argelia y Jordania se caracterizaron por ser lo países que sufrieron menos tensión en sus transiciones políticas. Los factores que explican las revueltas fueron prácticamente los mismos en todas partes: demanda de justicia, lucha contra la corrupción, contra la arbitrariedad de la acción de los Estados… Sin embargo los resultados fueron diferentes en cada país. Mientras en Túnez, Egipto, Libia o Siria los cambios fueron radicales, en otros como en Yemen o Bahreim estos no tuvieron el mismo empuje que en Marruecos, Argelia o Jordania.
En el caso de Marruecos, al igual que en Jordania o Argelia, esas “revueltas” lo que hicieron fue acelerar diferentes procesos de transición, mas o menos incipientes o tímidos ya iniciados con anterioridad. Esto frenó las masivas manifestaciones populares que tan devastadores efectos tuvieron en otros países y a su vez sirvió de excusa, en un intento de gestión del problema bastante inteligente y efectivo, para que el Gobierno acometiera nuevas reformas, modificaciones constitucionales, etc., todas ellas encaminadas a aumentar la capacidad del Parlamento y a moderar el poder de la monarquía.
Los factores que explican la continuidad y evolución del régimen marroquí son comunes a los presentes en los otros dos países mencionados:
- La legitimidad del régimen en el poder.
- La aplicación inmediata de reformas políticas y constitucionales.
- Una situación económica y social más o menos sostenible en el momento de las revueltas.
- La respuesta desde el punto de vista de la seguridad.
El fundamento del nacimiento de Marruecos como Estado moderno lo encontramos en el origen histórico de su dinastía. Y a ello hemos de añadir que cuando Mohamed VI llegó al trono lo hizo bajo la premisa de iniciar una época de reformas.
Es obvio concluir que en Marruecos fue la monarquía quien sostuvo el sistema y evitó el derrumbamiento del poder durante la “primavera árabe”, lo cual la ha consolidado aun más.
Del mismo modo, es importante reseñar que en Marruecos, la imagen del rey esta íntimamente asociada a la de la integridad del Estado.
Desde su constitución como reino en 1956, Marruecos ha tenido una proyección expansionista, principalmente a costa de España. Y ello hace que se mantenga la reivindicación sobre las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, aunque, hay que recordar, dicha reivindicación no tiene base histórica alguna y su único soporte es la ubicación geográfica. Esta reclamación es repetida cada 30 de julio en el discurso real con motivo de la Fiesta del Trono.
Después de la reforma Constitucional de julio de 2011, se celebraron elecciones legislativas en noviembre de 2011, en las que el partido más votado fue Justicia y Desarrollo (PJD), formación de corte islamista moderado. Esta fue la vía por donde se canalizó en Marruecos la oleada de descontento que en otros países de la región también condujo a la victoria de partidos islamistas. En Marruecos, lejos de todo radicalismo, el PJD formó un gobierno de coalición (el primero a cargo de un partido religioso en la historia del país) con varios partidos laicos.
Y aquí hay que hacer una precisión muy importante. En la nueva reforma, el carácter sagrado del Rey ha sido matizado, pero sigue siendo considerado como “Comendador de los Creyentes”. Y la negativa del partido islamista “Partido de la Justicia y la Caridad” (PJC) a considerarlo como tal, los lleva a ser un partido ilegal aunque tolerado, por lo que no puede presentarse a los comicios y no se puede saber con certeza cual es el apoyo e implantación real que tiene en la sociedad marroquí.
La próxima cita electoral será este año y en ella se comprobará el balance de fuerzas entre los dos grandes partidos, el PJD el Istiqal, este último, partido conservador de corte nacionalista y que reivindica el Gran Marruecos y la anexión de Ceuta y Melilla.
En un ejercicio de inteligencia y con una lectura muy acertada sobre las raíces del problema de la rápida expansión del islamismo radical, desde su llegada al trono, Mohamed VI ha ido impulsando toda una serie de medidas encaminadas a mitigar la expansión de los movimientos islamistas radicales, una de cuyas principales bazas para lograr adeptos es la acción social. Se han introducido planes de alfabetización a través de las mezquitas, reformas religiosas para garantizar la formación y enseñanza de los líderes religiosos, medidas para combatir la pobreza rural y la marginación social, y se han creado organismos para luchar contra la corrupción.
Pero no se tiene una medida clara de la efectividad de estas medidas por cuanto el partido que canaliza esos sentimientos radicales se mueve en la semiclandestinidad. El único dato, y que puede ser preocupante en cuanto a la evolución de la sociedad marroquí, es que en las elecciones legislativas de 2011, por primera vez en la historia, el vencedor fue un partido islamista, moderado, pero islamista. Por lo que no se puede descartar que ésta haya sido la opción de muchos que de haber podido habrían optado por un partido más radical.
El balance económico de 2015 ha sido aceptable. La caída de los precios del petróleo ha beneficiado a Marruecos, y la ligera recuperación económica de la UE es otro factor que ha ayudado, teniendo como reflejo un mayor aumento de turistas toda vez que aun hoy es uno de los destinos más seguros de la zona. Pero estos avances económicos no han tenido el impacto debido en toda la sociedad, y son muchos los graves problemas sociales aún por resolver, todos ellos catalizadores para la deriva hacia el yihadismo radical: alto desempleo juvenil, pobreza y sentimiento de desafección hacia el Estado.
Marruecos es uno de los países de menor renta per cápita del Norte de África y sigue presentando algunos de los peores indicadores sociales de la región: la desigual distribución de la renta y la abundante población joven, mayoritariamente urbana, con un elevado índice de analfabetismo que ronda el 50% y con escasas posibilidades de encontrar empleo a pesar de la mejora económica que ha registrado el país, constituye un caldo de cultivo para el descontento, máxime cuando entre el electorado cunde un sentimiento de desilusión, relacionado con las medidas de consolidación fiscal, la persistencia de la corrupción y la falta de reformas políticas con posterioridad a la constitución de 2011.
Y ese descontento, contenido hasta ahora pero cuyo crecimiento no puede descartarse en un futuro, es la principal amenaza que tienen los países del Magreb y, como no, Marruecos no es una excepción, pues el principal temor es que sea explotado por los sectores mas radicales de aquellos que votan al PJD o por el PJC, que actuarían de puente para la expansión yihadista hacia su territorio desde países como Libia o Mali.
Todo lo mencionado hasta ahora lleva a una primera conclusión, y es que, si bien Marruecos, a día de hoy, con su régimen actual, con todos los matices que se quieran poner, no constituye una amenaza real, sí lo es su estabilidad. O mejor dicho, su potencial inestabilidad.
Ataques como el realizado contra el museo del Bardo en Túnez, o como el de la playa de Susa en el mismo país, podrían repetirse en Marruecos, pues no deja de ser un objetivo apetecible para el Daesh por lo que representa su monarquía, su democracia y, como no, por la importancia de la industria turística.Y es aquí donde hay que entrar a valorar los posibles escenarios.
El primero, menos probable, estaría representado por una deriva mas nacionalista en el poder, con un gobierno liderado por aquellos que propugnan el ideal del Gran Marruecos. Si a esta situación le uniéramos unas sensación de fortaleza por el mayor desarrollo económico y por la evolución de una Fuerzas Armadas que en los últimos años se puede considerar poco menos que asombrosa, y cuya influencia y poder en el régimen es mas que evidente, sólo se necesitaría cualquier elemento externo o desestabilizador que requiriera buscar la unidad total con el fin de desviar la atención para que el devenir de los acontecimientos nos situara en un aprieto. Y no creo que sea necesario recordar episodios no muy lejanos en el tiempo para usar como ejemplo. Aunque en el caso que planteamos sería mucho más serio por el respaldo que tendría dentro del país.
Aquí, juega un importante papel el desarrollo de las Reales Fuerzas Armadas de Marruecos. Este ano comenzará la entrega de un primer lote de 50 carros M1 Abrams adquiridos a EEUU, hasta alcanzar un total de 200 vehículos. A esto se ha de añadir la existencia de UAV, modelo Predator ya en servicio, que operan por ahora principalmente en la zona del Sahara.
La Fuerza aérea también ha dado un considerable salto hacia adelante con la adquisición de los F-16, cuya tecnología es hoy por hoy superior a la de los F-18 españoles destacados en Canarias. La Armada también esta siendo objeto de una intensa modernización, con adquisiciones como una fragata de fabricación francesa, tres corbetas de origen holandés y con la más que probable adquisición de un submarino ruso, dando por primera vez esta capacidad al reino de Marruecos.
A todo lo anteriormente expuesto se añade la noticia aparecida recientemente en la prensa y que confirmaba la ayuda de 22000 millones de dólares por parte de Arabia Saudi a Marruecos para financiar la creación de una industria armamentística propia.
Todos estos datos, siempre unidos a ese primer escenario que hemos planteado nos dejarían en una posición cuanto menos incómoda, teniendo en cuenta datos como el retraso en la entrada en servicio de los submarinos S-80 ( que pueden provocar un lapso de uno o dos años en los que perdamos esa capacidad ), la baja de más de la mitad de los Harrier de la Armada, el retraso en la recepción de los aviones de transporte A-400 y los helicópteros NH-90 o la perdida de la capacidad de reabastecimiento en vuelo. Algo, sin duda sobre lo que meditar.
El segundo escenario a plantear es más probable y quizás más peligroso aún. Un deterioro en la situación de la economía de Marruecos llevaría a un aumento de las cotas de descontento, y facilitaría el contagio de ese sentimiento de desafección hacia el Estado que siempre es aprovechado por los radicales islamistas, los cuales, a pesar de todo, están ganando adeptos en el país vecino día a día.
Ante esa situación, y con la posibilidad de trasvase de ideólogos y combatientes desde los países cercanos, el Daesh vería una oportunidad de oro para socavar los cimientos del régimen monárquico alauí, al tiempo que su establecimiento en territorio marroquí le permitiría, por un lado, ocupar el extremo del cinturón del Sahel que aun no controla, hacerse con nuevas rutas para todas sus actividades, tener acceso más libre aún desde el norte a Mauritania y Mali, poner a Argelia en un serio aprieto y desde luego llevar su amenaza directamente a la misma puerta de Europa, pues no olvidemos que Ceuta y Melilla serían las primeras piezas codiciadas por los yihadistas, y que un Marruecos inestable o sumido en una lucha contra el radicalismo como la que se vive en otros países sería la oportunidad ideal para intentar dar ese golpe.
Así las cosas, la solución no es fácil pero, sea como sea el punto común para mitigar los riesgos de ambos escenarios pasa por un Marruecos estable y desarrollado que sea capaz de minimizar la implantación del radicalismo islámico, pero teniendo clara la necesidad que tenemos de mantener un equilibrio de fuerzas disuasorio tal que nos proporcionara la ventaja necesaria si se materializara el primero de ambos supuestos.
Laureano Martín Pérez (Historiador-Analista Internacional)
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