lunes, 7 de diciembre de 2015

Un Tercio para un milagro

 

“Cinco mil españoles son cinco mil hombres de armas, y cinco mil caballos ligeros, y cinco mil infantes, y cinco mil gastadores, y cinco mil diablos”. Así que se rajaron los franceses.
JJ Esparza
La batalla de Empel, el cuadro de Ferrer-Dalmau
4
comentarios
 161  12 googleplus3  0 meneame0  10
 

ADVERTISING
Flandes, diciembre de 1585. La guerra de Flandes se ha enquistado. España pugna por mantener los territorios de la Corona, que Felipe II ha heredado de Carlos I de España y V de Alemania. La burguesía holandesa, con apoyo inglés y francés, ha abrazado el protestantismo calvinista y ha levantado la bandera de la independencia contra España. Los tercios españoles combaten en condiciones de extrema dureza. El apoyo inglés y francés ha dotado a los rebeldes flamencos de una potencia extraordinaria.
En un punto concreto del frente, la isla de Bommel, entre los ríos Mosa y Waal, combaten cinco mil españoles. Es el Tercio del maestre de campo don Francisco de Bobadilla.
Los rebeldes han descartado atacarles por tierra, demasiado respeto inspira la que entonces era mejor infantería del mundo. El conde Hollac, al mando de las tropas flamencas, trata de recabar el apoyo francés, pero su aliado debió recordar lo que dijo su compatriota Bonnivet: “Cinco mil españoles son cinco mil hombres de armas, y cinco mil caballos ligeros, y cinco mil infantes, y cinco mil gastadores, y cinco mil diablos”. Así que se rajaron los franceses.
Hollac diseña entonces un sitio marítimo, con barcos de poco calado, capaces de formar un cerco formidable a través de los canales, dejando desabastecidos a los hombres de Bobadilla, sin víveres, sin abrigo, sin esperanza alguna de recibir refuerzos. Lo sensato es rendirse, y los holandeses -con tal de no tener que llegar al cuerpo a cuerpo con los tercios- ofrecen una capitulación honrosa: retirada sin prisioneros y abandono del lugar conservando las banderas. Bobadilla no parece considerar mucho esa proposición: “Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos”. La frase parecería una fanfarronada si no fuera acompañada por centenares de hechos de armas en esas mismas tierras. Esos hombres son los que pocos años atrás capturaron Tournai, Mastrique, reconquistaron Dunquerque y Nieuwpoort, pasearon sus banderas por Brujas y Gante, pusimos sitio y conquistaron Amberes… En fin que sus bravuconadas resultaban creíbles, así que el conde Hollac tiene una brillante idea para desbaratar la terca resistencia sin tener que chocar el acero con los sitiados: se dispone a inundar la isla de Bommel. Ordena volar los diques que contenían los ríos Mosa y Waal, dejando el terreno que ocupan los españoles prácticamente anegado. Sólo el montecillo de Empel sobresale de las aguas, y allí se refugian los soldados de los tercios, tan cansados como antes, tan hambrientos como siempre, y ahora, además, calados hasta los huesos y reducidos a un pedazo de tierra fácilmente bombardeable por el enemigo.
Mientras, el centenar de barcos holandeses ocupan todos los fuertes de la zona, uniendo esa artillería a la que ya vomitaba fuego desde las embarcaciones.
Era el 7 de diciembre. Además de plomo sobre el montecillo de Empel también caía la noche. Los hombres de Bobadilla cavan refugios desesperados, y la pala de un soldado choca con un objeto extraño, que al principio confunde con una piedra. Lo coge y sacude la tierra que lo envuelve, es un trozo de madera.  Según sus manos retiran el barro y la arena, va descubriendo poco a poco colores azules y blancos, hasta que aparece al fin -sobre aquella olvidada tabla flamenca- la figura de la Inmaculada Concepción. El hallazgo no es una anécdota. Además de a su rey, aquellas tropas están allí sirviendo a una fe. De hecho en las ciudades católicas que están defendiendo -como Bolduque- los habitantes han sacado en procesión al Santísimo Sacramento rogándole por los sitiados. Y justo entonces aparece aquella imagen de la Purísima. La devoción española a ese dogma que Roma tardaría aún varios siglos en reconocer se hace incluso más fervorosa entre los soldados. La Inmaculada es veterana de las Navas de Tolosa y de la conquista de Granada, a ella se encomendaron los vencedores de aquellas batallas. Y ahora aparecía allí, en aquella ratonera de Empel, donde sólo un milagro podía evitar la derrota.
Oficiales y soldados corrieron a construir un altar de piedras y barro, y sobre él la bandera con las aspas de San Andrés, para venerar la imagen encontrada, a la que le rezan una Salve.
Terminada la oración, reconfortados aquellos hombres por aquella casualidad que haría sonreír con escepticismo a nuestras mentes modernas, Bobadilla se dirige a sus hombres: “¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota; el milagroso hallazgo viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, se inutilice la artillería y abordemos de noche las galeras, prometiendo a la Virgen ganarlas o perder todos, todos, sin quedar uno, la vida?”. Y quisieron.
El plan era desesperado, pero no había otra alternativa: subir a bordo de algunas barquichuelas que tenían, desafiar a la artillería enemiga y tratar de tomar al abordaje los barcos holandeses. Pero lo verdaderamente prodigioso vino después. Porque un viento poderoso y glacial comenzó a azotar aquellas tierras y aquellas aguas. Todo se envolvió en hielo. Los barcos holandeses no tuvieron más remedio que retirarse antes de quedar bloqueados. Para los españoles, por el contrario, renacía la esperanza.
A marchas forzadas, corriendo sobre el hielo del río, los tercios de Bobadilla asaltaron los fuertes, que cayeron uno tras otro. Y lo mismo hicieron con los barcos que no habían podido escapar. Capturaron diez navíos, víveres, toda la artillería y munición enemiga, hicieron dos mil prisioneros... una victoria total que sólo unas horas antes parecía imposible. No sólo a los españoles les pareció aquello fruto de una intervención divina. También Hollac empezó a sospechar que luchaba contra fuerzas demasiado poderosas: “Para mí, tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro”.
La batalla aún continuó dos días. Llovió y el hielo se deshizo. Los holandeses tuvieron que retirarse. La imagen de la Inmaculada fue trasladada a la iglesia local en Balduque. Hasta entonces, cada tercio tenía su patrón o patrona; después del Milagro de Empel la Inmaculada se convirtió en patrona de todos los tercios de Flandes e Italia. Se fundó luego la cofradía de los Soldados de la Virgen Concebida sin Mancha. Su primer cofrade fue Bobadilla. A ella pertenecerán todos los alistados en los Tercios de Flandes e Italia.
El 12 de noviembre de 1892, la reina regente Doña María Cristina firmaba la orden que daba carta institucional a lo que ya era un hecho consumado desde tres siglos atrás: la advocación de la Inmaculada como patrona del Arma de Infantería
¿Fue un milagro? No hay dictamen canónico al respecto, aunque el insólito fenómeno meteorológico que tuvo lugar aquel 8 de diciembre de 1585 en la isla de Bommel ha sido objeto de estudio e investigación por historiadores y meteorólogos holandeses. Hoy el Instituto de Meteorología holandés se limita a certificar que aquello, la concatenación de circunstancias que produjeron que el agua alrededor de la isla de Bommel se helase en una sola noche, fue un fenómeno por completo inusual y nunca visto en esas tierras. Desde luego aquellos hombres sí creyeron que la Purísima había acudido a rescatarles. Así, por el milagro de Empel, la Inmaculada es la patrona de la Infantería.



'Dios es español'

El almirante holandés Holak fue derrotado, contra todo pronóstico, por un Tercio español cercado en Empel, donde encontraron una imagen de la Inmaculada, a la que se encomendaron para vencer o morir. Vencieron, por eso Holak dijo que 'Dios es español'
Eduardo García Serrano
4
comentarios
 104  86 googleplus0  0 meneame0  6
Corría el año del Señor de 1585 cuando el almirante holandés Holak le otorgó la nacionalidad española nada menos que a Dios al ver cómo combatían los Tercios españoles, que convirtieron una derrota inapelable en una victoria épica enconmendándose a la Inmaculada Concepción, cuya Imagen, sobre una tabla flamenca, habían encontrado entre el barro y la sangre de las trincheras que amenazaban convertirse en la tumba de aquel Tercio, cuyos cinco mil hombre lucharon como diablos mientras rezaban como mártires. Desde entonces, la Inmaculada Concepción es la patrona de la legendaria Infantería española.
Estaban cercados. Habían rechazado la honorable propuesta de rendición que el enemigo les ofreció porque "los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos". Esa fue la respuesta del Tercio español que, el 7 de diciembre de 1585, le veía los colmillos a la muerte que trepaba infatigable por el pecho y la espalda del monte Empel. Libraba España la Guerra de los Ochenta Años en los Países Bajos. El Tercio que comandaba Francisco Arias de Bobadilla había sido cercado por el almirante holandés Holak en la isla de Bommel, enclavada entre los ríos Mosa y Waal. Antes morir que capitular. Pues bien, sin la más mínima posibilidad de vencer ni de sobrevivir para los españoles, Holak decidió acabar con ellos. La artillería holandesa los encañonaba desde tierra, la escuadra los bombardeaba desde ambos ríos en cuyas orillas se apostaban los arcabuceros y los ballesteros enemigos prestos a cazar patos si algún español se echaba al agua para salvar la vida dejándose el honor junto al macuto y la impedimenta.
El almirante Holak mandó abrir las compuertas que represaban las aguas del Mosa y el Waal para obtener una victoria rápida y sin pérdidas para sus tropas. El agua inundaba la isla de Bommel con la insolente calma con la que el tigre acorrala a su presa antes de matarla . Los españoles se replegaron hacia la cumbre del monte de Empel para recibir la muerte en lo más alto de la tierra y de la Gloria. Francisco Arias de Bobadilla mandó amurallar los restos del Tercio con diques de tierra que sostuvieran la crecida de las aguas. Un soldado, que cavaba desesperadamente porque el agua ya le oxidaba las espuelas, encontro una tabla flamenca con la Imagen de la Inmaculada Concepcción. Era el 7 de diciembre, el comandante Bobadilla interpretó el hallazgo como una señal de protección Divina, improvisó un altar para la Virgen, la arropó con las banderas del Tercio y arengó a sus cinco mil diablos de infantería para que combatieran por Ella y para Ella.
Un frío cruel cayó con la noche sobre el monte Empel y los ríos Mosa y Waal. Las aguas se helaron. Los españoles, con la espada en la mano y el cuchillo entre los dientes, abandonaron el blocao de Empel al amparo de la oscuridad. Asaltaron, desarbolaron y capturaron las naves enemigas, cruzaron los ríos y entraron, como una pesadilla de acero y fuego, en los campamentos y posiciones de la infantería holandesa. Muchos murieron sin despertarse y otros despertaron sólo para morir. Amanecía el 8 de diciembre de 1585. Junto a la bandera del viejo Tercio español la Imagen de la Inmaculada. El almirante holandés Holak sólo pudo interpretar su propia derrota diciendo: "Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro". Desde aquel 8 de diciembre de 1585 que vio el Milagro de Empel, la Inmaculada Concepción fue la patrona de los Tercios y por extensión de la legendaria Infantería española. De la Fiel Infantería .  
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario