
Pero no todos pueden vivir en ambiente familiar ese pequeño torrente de acontecimientos. La vida se impone y hay muchas personas y colectivos que en alguna ocasión tiene que renunciar a ello. Gentes de la mar, aventureros, gentes sin techo, misioneros y, en muchas ocasiones, los soldados.
A veces porque son impelidos a ello. Otras porque su propio honor y espíritu les demanda acudir a las ocasiones de mayor riesgo y fatiga, se ven alejados de todo ese ambiente festivo que precede y se vive con mayor intensidad en las Navidades.

Los que ya acumulamos algunas décadas sobre nuestros hombros así lo hemos vivido. Desde aquellos recordados tiempos en que los cuarteles se nutrían de soldados procedentes del Servicio Militar obligatorio y permanecían con abundante tropa durante las navidades, hasta los tiempos actuales que, integradas las Unidades por profesionales, se ven mucho más desiertos nuestros cuarteles, no se ha dejado de vivir y festejar en ellos y con ellos la Navidad.
En efecto, hace algunos años, con la mili de por medio, la mayor parte de nuestros soldados permanecían en el cuartel durante las Navidades.

Las cosas ahora han cambiado. Nuestros soldados son profesionales. Muchos tienen familia ya constituida. Las comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas, han acortado, si no los las distancias, si al menos los tiempos de desplazamiento. Son pocos, muy pocos los que permanecen en los acuartelamientos las fechas más señaladas. Apenas el personal de servicio y poco más. Pero una vez más el espíritu de compañerismo, sublimado en ese otro espíritu navideño, nos convoca a todos por igual. Aunque sean un puñado de soldados los que permanecen en el acuartelamiento, se les invita a que sus familiares y amigos les puedan acompañar. Los maestros de cocina, como antes los rancheros, se esmeran en dar lo mejor de sí mismos para hacer de aquellos ágapes, ocasiones inolvidables, junto con una representación de los cuadros de mando del cuartel.
En cualquier pequeño destacamento, en las islas menores, en las islas y peñones del Norte de Africa,

Y ¡qué decir de los que fuera de nuestras fronteras, velan por nuestra seguridad! Ahora como siempre, por alejados que estén, en el espacio o en el tiempo, harán de estos días, arropados por el compañerismo un canto a la amistad, al compartir y al soñar. Así lo expresaba Jean Larteguy, aquel viejo autor de nuestras lecturas juveniles
Por la noche, frente a un ejército inmenso,
en su hoyo, dos hombres
Frente a la inmensidad del vacío o de la distancia, cada soldado se apoya en su compañero y éste en el de al lado, y así “todos juntos formanado bandera”,

Todos los que hemos participado de esa inigualable empresa que son los Ejércitos de España, tenemos esos recuerdos y esas sensaciones a flor de piel. No se trata de nosotros mismos, recordando en la lejanía a las familias, sino de esa otra familia que se forja en el sentido más estricto del cumplimiento del deber y del servicio a los demás. Todos recordamos alguna en especial. Permítanme hoy compartir con todos los lectores de este blog la mía.

Sahara Español, Navidad de 1975, hace ahora cuarenta años. Período duro y convulso para todos los que nos arracimábamos allí simplemente porque en aquellas desiertas arenas ondeaba la bandera de España. Estábamos en medio de la “Operación Golondrina” realizando los preparativos para dejar el territorio. Desde Cabeza de Playa, me habían ordenado acudir con una Sección de armas de la 6ª Cía. a reforzar la base de BU- Craa, donde el II Grupo de Tropas Nómadas, que guarnecía la base, recibía continuos hostigamientos nocturnos y no disponían del armamento adecuado para responder. Allí me desplacé al mando de una sección de Legionarios.
En pleno relevo de aquella base por una Unidad de las FAR marroquíes, El día de 24 de diciembre me invitaron a hacer la cena de Navidad con todos los oficiales de la base y una representación de los marroquíes. Me excusé, porque no tenía el cuerpo para compartir cena tan señalada con los que habían agredido con anterioridad a legionarios de mi VIII Bandera. Preferí ira a los asentamientos de morteros y compartir la cena con mis legionarios. Un Teniente de Tropas Nómadas. José Manuel Sanchez-Gey, vino a traerme y compartir conmigo unos turrones bajo el cielo estrellado del desierto. Finalizada aquella frugal cena, me fui a dar una vuelta por los puestos de centinela, porque aquel día tan señalado, habían encargado la seguridad de la base a los legionarios.
- Alto ¿Quién va?
- El teniente.
- ¿Santo y seña?
- El que fuera
- A sus órdenes, mi teniente. Sin novedad en el puesto.
- Sin novedad en el puesto. Feliz Navidad, mi teniente.

¡FELIZ NAVIDAD, MUCHACHOS!
GRACIAS POR ESTAR AHÍ
DEFENDIENDO EL MURO, PROTEGIENDONOS A TODOS
Adolfo Coloma Contreras
General de Brigada (R) del Ejército
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