martes, 1 de diciembre de 2015

El milagro que impidió que el Tercio español de Bobadilla fuese cruelmente masacrado


El grupo de recreación histórica «Imperial Service» construye, desde hace tres semanas, la iglesia de Empel en la base militar de «El Goloso» para conmemorar aquel episodio.
 
 
 
 
 











                      • El 7 de diciembre de 1585, en plena época dorada del soldado español en Europa (y parte de las Américas), el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla se hallaba atrapado en la isla holandesa de Bommel. Eran apenas 4.000 combatientes que, aunque hispanos, poco podían hacer ante la imponente fuerza enemiga que les rodeaba. Hambrientos, vestidos con harapos y tras días de defensa, sabían que era imposible que salieran victoriosos. Solo esperaban a que se produjera el asalto final de los protestantes para vender caras sus vidas. En esas andaba la situación cuando un militar, para asombro de todos, encontró la imagen de una virgen cerca de la iglesia del pueblo de Empel, en el que residían en espera de su destino final. Este signo fue considerado como un milagro. Una señal que les enviaba Dios para que lucharan con ánimo y bravura.
                        Lo cierto es que algo de divino tuvo la aparición de aquella tablilla pues, al día siguiente, uno de los ríos colindantes se heló por primera vez en siglos. Un «milagro» que obligó a la flota protestante a salir a toda vela de la zona y permitió al Tercio de Bobadilla cargar contra el enemigo. Los combatientes hispanos tuvieron suerte, pues sus enemigos no se esperaban aquello y fueron arrollados bajo decenas de picas, espadas roperas y arcabuces. A pesar de que la situación explicada puede parecer el argumento de una película de ciencia ficción, aquel suceso no solo ocurrió de veras, sino que quedó guardado para siempre en las páginas de la Historia española. De hecho, tan reseñable fue, que la Inmaculada Concepción (cuya imagen fue encontrada en aquella trinchera), fue declarada la patrona de la infantería española desde ese instante y se bautizó el episodio como el «Milagro de Empel».
                        En la actualidad, 430 años después de que los soldados de los Tercios salvaran sus vidas por gracia de Dios, el Ejército de Tierra español -de la mano de José Conde de Arjona (jefe de la Brigada del Sector Este de la Fuerza Provisional de Naciones Unidas en el Líbano y jefe de la Brigada Acorazada Guadarrama XII)- y la asociación de recreación histórica «Imperial Service» han unido fuerzas para edificar en la base militar de «El Goloso» la iglesia en la que los soldados encontraron la imagen de la Virgen. «La estética final que buscamos no es otra que la que debió tener en ese momento la iglesia. No solo con las ruinas, sino con las trincheras españolas que la circunvalaban», explica José Miguel Alberte, presidente de este grupo, en declaraciones a ABC.

                        Un Tercio en Bommel

                        Pero… ¿Qué hacía en 1585 un Tercio español por Bommel? Para responder a esta cuestión hay que retrotraerse hasta el momento en el que Carlos I de España (V para los germanos) dio en herencia a su hijo Felipe II los territorios que, con sangre, sudor, y la muerte de miles de hombres, había atesorado durante años. Entre ellos se incluían los estados que hoy ocupan una buena parte de los Países Bajos. El cambio, según se pensó desde nuestro país, no tendría por qué provocar calentamientos de cabellera. Pero los flamencos no estuvieron de acuerdo. Y es que, considerando que iban a ser gobernados por un monarca extranjero que no sabía de su región más allá de dónde se situaba en un mapa –y aprovechando el auge del protestantismo- comenzaron su propia guerra de independencia contra la familia hispana. El rey (que, aunque nuevo en el trono, no tenía un pelo de botarate) respondió como mejor sabía: llamando a las armas a sus soldados.
                        Plano de la isla de Bommel
                        Plano de la isla de Bommel- ABC
                        Felipe, hasta el cetro de protestantes, envió para detener aquella sublevación a Alejandro Farnesio quien –mes arriba, mes abajo- no necesitó mucho tiempo para demostrar que, ya fuera en España o en los Países Bajos, andaba sobrado de narices. Así lo dejó claro, por ejemplo, tras vencer en batallas como la de Glembloux. No obstante, parece que ir bien armado de gónadas no le valió para someter rápidamente a los rebeldes quienes, allá por el segundo tercio del siglo XVI, todavía daban más de un dolor de mollera a los españoles en multitud de regiones. Precisamente una de ellas era Brabante, zona que andaba necesitada de ayuda para sofocar las revueltas y a la que el oficial envió a su subordinado, Carlos de Mansfeld, para poner orden espada mediante. Este, por su parte, partió decidido a repartir bofetadas en nombre de su Católica Majestad junto a tres Tercios.
                        Entre ellos estaba el de Bobadilla. Un Tercio, por cierto, que contaba con un curioso apodo. «Al Tercio de Francisco de Bobadilla lo llamaban el de los Colmeneros, por ser gente poco curtida que no se atrevía a forrajear, por lo que se conformaban con comer miel de las colmenas y beber agua empantanada», explica el historiador José Rodríguez Hernández en su obra «Breve historia de los Tercios de Flandes». Dejando los sobrenombres a un lado, en el camino a Brabante los hispanos se dieron de bruces con la isla de Bommel, ubicada en el sur de los Países Bajos entre dos ríos (el Mosa, de 1.000 kilómetros, y el Wall) y solo a flote gracias a los diques que soportaban las aguas de estas corrientes. Mansfelt, en vista de que la zona estaba desierta, ordenó a Bobadilla que se posicionara junto a sus hombres y defendiese el lugar. A las pocas horas, más de 4.000 soldados protegían la región y decían adiós a sus aliados, que se marchaban a buen paso a tomar la siguiente ciudad.

                        Llega el enemigo

                        La primera parte de las órdenes fue cumplida de forma impecable, pero lo que no sabía Bobadilla es que iba a tener que sudar sangre para obedecer la orden. Más cuando los rebeldes –al mando del Conde de Holac- se dispusieron a pasar por el cuchillo, la piedra, y lo que se terciase, a los hombres de Bobadilla. No es que Bommel fuese de una importancia estratégica vital, pero cortar el cuello a cuatro millares de militares españoles era un acto de propaganda que no tenía precio. «Pareció efta buena ocaffion a Holak, para vegarfe con una memorable rota de la mejor parte del exercito Catholico, Y apreftada una armada de cafi cien vafos, los más de quillas chatas, defde Dordrech por el Moffa fe arrima a Bommel», explica el historiador italiano del S.XVI Famiano Estrada en su obra «Segunda Decada de las Guerras de Flandes: Desde el principio del Govierno de Alexandro Farnese, Tercero Duque de Parma y Placencia».
                        Imperial Service, junto al cuadro del Milagro de Empel de Ferrer Dalmau
                        Imperial Service, junto al cuadro del Milagro de Empel de Ferrer Dalmau- M.P.V.
                        A finales de noviembre, la armada de Holac se posicionó cerca de la isla de Bommel con miles de combatientes. Una vez en tierra, estos tomaron dos de los tres diques que impedían que la isla se inundase. Sin piedad, los hombres de Holac abrieron ambos con la intención de ahogar a los hombres de Bobadilla, quien apenas tuvo tiempo para ordenar a sus hombres recoger todos los bártulos y, antes de que les llegase el agua al morrión, huyeran por piernas a la parte más alta de Bommel. Justo la zona en la que se ubicaba un pequeño pueblo llamado Empel y que se convertiría en su última defensa. Para colmo de males, los rebeldes cañonearon a los españoles durante varias noches, segando algunas vidas y acabando, de un tajo seco, con su moral. Con el paso de los días, rodeados, hambrientos y sucios, los de Bobadilla abandonaron toda esperanza de sobrevivir y se dispusieron a esperar el asalto enemigo sabiendo que este tenía, además de un mayor número de combatientes al otro lado del río, una flota que macharía cualquier intento de atacar sus posiciones. Pintaban bastos, vaya.
                        A pesar de lo mala situación, Bobadilla se aprestó a la defensa. «Bobadilla, hombre de ardiente corazón, inflava [los ánimos de los hombres], y no folamente aquellos que eftavan con el en Emple -mas de tres mil efpañoles- fino también a los que havian ocupado los diques […] les animava por medio de menfageros. [Decididos] puef a la defenfa, fortifican las cafas y los templos, y arman con parapetos los márgenes de los diques: fi algunas barcas del enemigo affomavan de cerca, las ahuyentavan con artillería, y ninguna mueftra daban de temor», añade el autor italiano en su escrito. Además de todo ello, el Maestre también ordenó a sus soldados cavar trincheras alrededor de algunos puntos clave para la defensa del lugar. Desde viviendas robustas, hasta una pequeña iglesia medio derruida del pueblo de Empel. La hora de su muerte estaba cercana, pero no se irían al otro mundo sin cortar alguna que otra cabeza.

                        Un milagro obrado por la Virgen

                        Fue entonces, en pleno 7 de Diciembre, cuando un soldado que cavaba una posición defensiva se encontró con algo increíble. «El encuentro con la virgen fue absolutamente fortuito y se produjo, históricamente, dentro de los muros de la iglesia. Cuando todos los españoles estaban intentando buscar protección en torno a esas piedras apareció una tabla que, al darle la vuelta, mostró una virgen ricamente pintada», explica, en declaraciones a ABC, José Miguel Alberte, presidente de «Imperial Service». La tablilla, como señala a su vez el historiador italiano (contemporáneo del suceso) era «de la Madre de Dios de la Concepción» y contaba con unos tonos tan vivos como si nunca hubiera estado bajo tierra.
                        Aquel signo fue tomado como una señal enviada por el mismísimo Dios. Un signo de que debían seguir combatiendo, pues él obraría con ayuda de la virgen un milagro para que salieran victoriosos. El suceso, además, fue utilizado por Bobadilla, sabedor de que sus hombres necesitaban una inyección de moral. «La importancia del hallazgo de la virgen es muy difícil de valorar teniendo en cuenta la situación en la que estaban las tropas españolas. La realidad es que, cuando el soldado español la encontró, y debido a la religiosidad que había en el siglo XVI español, la tomó en sus manos y fue corriendo a su maestre de campo para enseñársela. Bobadilla, como comandante del Tercio español, sabía que tenía casi a 5.000 hombres desesperados, muertos de frío, muertos de hambre y que sabían que, muy probablemente, iba a ser su último día en la Tierra. De manera que tomó la virgen como un elemento para canalizar el ánimo de sus tropas», añade Alberte.
                        Detalle de los soldados de los Tercios
                        Detalle de los soldados de los Tercios- ABC
                        Fuera por la causa que fuese, Bobadilla trató aquella tablilla como si se tratase de la misma Madre del Señor en carne y hueso. «Como fi hubiera defcubierto un theforo, acudieron de las tiendas cercanas [los soldados a adorarla]. Maravillandofe de la novedad de la obra, y del colorido tan frefco, como fi entonces acavara de correr por la tabla el pincel. […]. Llevanla pues como en proceffion al templo, y colocanla entre las banderas de las legiones, la adoran pecho por tierra todos; y ruegan a la Madre de los Exercitos, que pues es la que folo podía hacerlo, quiera librar a fus foldados de aquellas affechanzas de elementos y enemigos», destaca el experto. Durante la noche del día 7, fueron muchos los combatientes españoles que le dedicaron una oración a aquella imagen, sabedores de que, si no era por ella, poco tiempo más podrían sobrevivir en aquella isla perdida de la mano de Su Majestad Católica.
                        El sacerdote del Tercio tampoco despreció la imagen. De hecho, solicitó a todos los combatientes que le rindiesen honores para que les ayudase en aquel momento tan aciago. «El Padre Fray García de Santisteban hizo luego que todos los soldados le dijesen un Salve, y lo continuaban muy de ordinario. […) Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien (que por intercesión de la Virgen María) esperaban en su bendito día […]. Quedaron tan consolados lo sitiados españoles después de haber dicho la Salve […] que no sentían tanto el hambre» completa el soldado y cronista de los Tercios Alonso Vázquez (contemporáneo del milagro) en su obra «Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese».
                        El sacerdote del Tercio hizo que todos los soldados le «dirigiesen un salve» a la virgen
                        La virgen debió escuchar en aquella iglesia las oraciones de los hombres de Bobabilla pues, el día 8 de diciembre, acaeció algo que llevaba sin suceder siglos en aquella región: un viento gélido del nordeste se levantó y, además de hacer crujir los huesos de los combatientes, heló las aguas del río Mosa. Algo que obligó a los buques rebeldes a largarse de allí viento en popa para no quedar encallados mientras decían, entre gruñidos, que sin duda Dios era español. El 9 de ese mismo mes, Bobadilla llamó a sus soldados para dar el golpe definitivo –ya sin buques que los protegiesen- al campamento contrario. Sin embargo, la contienda no se llegó a celebrar, pues estos huyeron despavoridos. Se había ganado una batalla imposible y todo, presuntamente, gracias a un milagro. Por eso, desde ese día se decidió que la Inmaculada Concepción fuese la patrona de la infantería.
                        Tras el 9 de diciembre, y después del regreso del Tercio de Bobadilla a su hogar, aquella imagen de madera fue adorada por cientos de cristianos. «Y recivido en Flandes, y defpues paflado a Efpaña el exmplo, fue venerada la Madre de Dios en los prefidios por eftas coffradias militares derivadas de la primera de Bommel […]. Y de verdad el cafo mereció, que no oyeffe la pofteridad fin demoftraciones de piadofo agradecimiento para con la Virgen Soberana. Porque quando mas el hambre confumia a los cercados, quando el rigor del invierno les apagava el calor vital, quando las avenidas los anegavan; y finaslmente quando en una univerfal defefperacion de cofas, fola la efperanza en la Madre de Dios no defamparava a los miferos», completa el autor italiano.

                        Cinco preguntas a José Miguel Alberte

                        ¿Cuál es el objetivo de edificar esta iglesia?
                        El proyecto de la iglesia de Empel nació como parte de una actividad previa realizada hace un año para la Brigada Acorazada de la mano del general Conde. Este evento pretendía rememorar año tras año el milagro de Empel tanto para las tropas de la Brigada Acorazada, como para sus familias. El primer acercamiento fue reconstruir lo que ocurrió en aquel islote de Bommel en la noche del 7 al 8 de diciembre. Un suceso que luego da génesis a todas las tradiciones del Ejército Español.
                        El proyecto es que la iglesia sea un elemento totalmente visitable para el público en general y, en segundo lugar, que finalmente podamos realizar la actividad de reconstrucción histórica para que podamos explicarle, tanto a los miembros del Ejército como a sus familiares, la historia del milagro.
                        ¿La iglesia se basa en planos orginales?
                        La iglesia es un elemento fundamental del Milagro de Empel porque le da una ubicación física al propio hecho, pero estaba derruida. No se sabe exactamente que antigüedad tenía. Ni siquiera se conoce el estilo arquitectónico que tenía porque solo quedaban los sillares de piedra inferiores. La parte superior había desaparecido desde hacía muchos siglos.
                        ¿Qué trabajo os queda por hacer?
                        El trabajo que nos queda por realizar, que es mucho, va a ir en primer lugar encauzado a terminar la nave principal de la iglesia, con las construcciones que existían. Pero, en base a las fuentes históricas, también vamos a crear esas trincheras donde las tropas españoles se protegían y donde, finalmente y mientras cavaban, encontraron la imagen de la Inmaculada.
                        Estas semanas van a ser de locura. Es imposible calcular las horas de trabajo que nos quedan, pero seguramente no bajarán de las 200 o 300. Además, en los últimos momentos tendremos que hacer un esfuerzo redoblado para proveer a la escenografia de todos los elementos que tenían las tropas españolas a su disposición en el entorno de Empel. De manera que, seguramente, duplicaremos las horas de trabajo.
                        Los elementos que vamos a incluir ya no son solo las propias trincheras, sino cestones, caballos de Frisia, una pieza de artillería, lonas simulando las carpas que protegían de las nevadas intensas a las tropas españolas. También incluiremos todos los elementos que las unidades españolas llevaban con ellos: carros de vituallas, pucheros, banderas, tambores y un largo etc.
                        ¿Qué significa para «Imperial Service» colaborar en este proyecto?
                        Para «Imperial Service», el que nos den la oportunidad de crear esta escenografía es muy importante. Es muy importante porque la génesis o la esencia misma del grupo no es otra que la de la divulgación histórica de la historia de nuestra Fuerzas Armadas. Desde nuestro punto de vista, creemos que la manera de que el pueblo español conozca y aprecie nuestras fuerzas Armadas es la de enseñar parte de sus hechos de armas y de su historia. Por ello, para nosotros es totalmente fundamental y emocionante.


                        No hay comentarios:

                        Publicar un comentario