Comienza el 2016, un año de gran incertidumbre, como mínimo, para España. Después de celebrar una Navidad un tanto extraña, entre la conmemoración del Nacimiento del Niño Jesús y esas fiestas del solsticio de invierno en que la quieren transformar los inquilinos de muchos ayuntamientos de nuestra exagerada administración local, raíz de muchas de las corrupciones que abundan en la organización territorial y que precisa de una razonable revisión en busca del bienestar de todos y no solo para servir de especial status a los miles de cargos políticos que la administran.
Si al mencionado problema económico añadimos que desde el pasado mes de Mayo, no por voluntad de los votos ciudadanos, sino por el uso nada democrático de los mismos mediante pactos de conveniencia entre partidos, el poder municipal es manejado por ideologías que nos sitúan en los fatídicos años 30 del siglo pasado. Ello nos ha llevado al intento, no disimulado, de paganizar una Festividad que a nivel mundial se celebra como el Nacimiento de Cristo por más que les moleste, olvidando que si cada uno nace cuando y donde Dios quiere ¿Cómo iba a ser una excepción en el caso de su propio Hijo? Que nació, históricamente en el sitio y momento que el mundo cristiano conmemora cada año con signos y símbolos tradicionales que no ofenden a nadie, más bien al contrario.
Sin embargo, rompiendo las costumbres y tradiciones de la mayoría (no sé que entienden por democracia estos individuos), no solo han disminuido y hasta anulado parte o toda celebración religiosa como: la colocación de Belenes, el formato de las Cabalgatas de los Reyes Magos y la participación en las mismas.
Pero no se han conformado con ello, ha habido sitios donde ciertos Belenes se han quemado, casualmente, extremistas radicales se han manifestado en templos durante celebraciones religiosas y se han quemado las carrozas de los Reyes Magos en el pueblo de Arrieta (Málaga).
Sin querer ser exhaustivo con más ejemplos de la intolerancia del comunismo trasnochado que practican estos ediles que no nos merecemos, no puedo dejar de mencionar el esperpento de la cabalgata roja exhibida en Valencia por su alcalde y compañía, rememorando, sin duda, la larga tradición de un año de la celebrada en 1937, donde además de las magas: igualdad, fraternidad y libertad, desfilaron carrozas con las efigies de Largo Caballero (Presidente de la República) y de Stalin, rodeados de milicianos y niños manipulados con propaganda comunista. Por supuesto que el ayuntamiento de la ciudad del Turia puede estar hoy tranquilo pues su broma de mal gusto no tendrá la consecuencia que sufrió Don Joan Rovira y Roure, alcalde, a la sazón, de Lerida en 1936, siendo Companys presidente de la Generalidad. A dicho Alcalde se le ocurrió celebrar la Epifanía del Señor del 36 con una Cabalgata de Reyes Magos tradicional, lo que le supuso que anarquistas y militantes de Ezquerra Republicana le retuvieran en la checa del Comité Central de Milicias Antifascistas y que posteriormente fuera ejecutado el 27 de Agosto.
La situación política creada tras el resultado de las elecciones Generales del 20-D unida al no resuelto problema catalán y la preocupación y tensión internacional que se vive debido a la amenaza terrorista, las desesperadas olas de refugiados entrando en una Europa desorientada y una economía global que tiende de nuevo a la recesión, nos sitúan al empezar el año en un ambiente que supera lo incierto, palabra buenista más utilizada en estos días.
Todo ello hace que los hombres de Fe miremos a ese Portal donde se encuentra en estos días el Niño que nos puede ayudar aunque algunos se empeñen en no mostrar, siquiera, alguna de las hermosas figuras napolitanas que trajo consigo el Rey Carlos III para implantar esta tradición en España y además ser el mejor Alcalde de Madrid.
Dicha presencia no tiene por que molestar a los no creyentes y puede beneficiar a todos, si hubiera buena voluntad.
Llegado a este punto, no descarto que algún lector que haya seguido hasta aquí mi reflexión, me considere ajeno a la realidad en que nos encontramos por el hecho de estar en Navidad. No es así, ni me siento indiferente ante el gran problema en que nos han colocado nuestros políticos.
Los clásicos por no haber sabido aprovechar la herencia recibida de una transición facilitada por la situación de una Nación que, como España, ya contaba con una gran clase media y cuya estructura social la había llegado a ocupar el noveno puesto entre los países industrializados, superando la ruina de una guerra civil, seguida de otra mundial y diez años de aislamiento inducido por el comunismo, hasta que éste fue reconocido por el conjunto del mundo democrático como el enemigo común.
Como consecuencia de la mala praxis de los partidos clásicos, los secesionistas se han radicalizado más aún y han emergido dos partidos más con representación parlamentaria, de los que, si bien, uno de ellos no supone mayor problema por su carácter democrático, lo que puede enriquecer el sistema, el otro, con actitudes radicales y totalitarias y una ideología absolutamente comunista, ya ha mordido poder en importantes ayuntamientos y pese a no tener los votos necesarios para ello, los gobierna a su estilo bien conocido, con el apoyo recibido de los socialistas. Se repiten así situaciones de nefasto recuerdo en nuestra Historia de hace ochenta años, aunque con la diferencia impuesta por la realidad del mundo del siglo XXI.
Tengamos en cuenta que a lo largo de casi 40 años, ningún plan de enseñanza de los distintos Gobiernos ha permitido que se enseñara, a los que ahora exigen el cambio absoluto en la convivencia entre los españoles, los hechos reales vividos por sus antecesores. De esta forma se ha radicalizado a esas nuevas generaciones adoctrinadas con viejas teorías fracasadas, buscando en ellas solución al fatal comportamiento del bipartidismo que ha ejercido el poder hasta ahora.
A mi juicio, esa y no otra es la principal consecuencia de los errores cometidos tras la transición. La reforma necesaria para pasar de un régimen al siguiente, dentro del claro concepto de España como un hecho indiscutible en la Historia de los pueblos, se transformó en una ruptura con afán de revancha, sin prisa pero sin pausa, hasta llegar a este momento.
Por supuesto, la situación, tanto interior como internacional, no tiene nada que ver con lo que ocurría hace 80 años, pero la inestabilidad que puede crear una política anacrónica resulta altamente preocupante y peligrosa para la marcha de España en la actualidad. Ante eso no se puede permanecer impasible, en consecuencia,es preciso que los máximos responsables adopten opciones específicas y concretas para que los ciudadanos puedan decidir con confianza a quién dar la responsabilidad para avanzar hacia los objetivos que mejoren nuestra convivencia y nuestra imagen en el Mundo.
No cabe duda que la situación en que nos han dejado las elecciones del pasado mes de Diciembre no parece la más adecuada para hacer frente a las dificultades que ya tenemos que superar. Empezamos por la campaña electoral en la que, siguiendo la norma habitual, la ciudadanía no recibió ninguna información clara de lo que ofrecía cada aspirante. El principal mensaje era descalificar al contrario, al que no se debía elegir por indecente uno o por ruin el otro o porque para un tercero los partidos de los anteriores eran corruptos.
Terminado el recuento de votos todos se sentían ganadores, aunque parece que ninguno de los partidos contemplaba que la abstención había sido de 9.280.429 españoles que, de forma democrática, no daban su confianza a nadie, mientras el partido más votado obtenía la de 7.215.530 votantes, si bien no se pueden cuantificar los del voto útil y los de confianza.
No obstante, a las veinticuatro horas todos conocían cual era el mensaje mandado por los 25.349.824 de españoles que el 20-D fueron reyes por once horas, al igual que aquella reina por un día del programa de televisión. Ellos, los protagonistas hasta las 2000 del 20-D querían que con sus votos se hicieran pactos(?).
Hace unos días escuché a un periodista de prestigio lo entretenidos que iban a ser los próximos días o meses para los profesionales de los medios. No le quito la razón, pero ¿Y para España? Teniendo en cuenta los antecedentes de unos y las intenciones de otros junto al egoísmo partidista de todos, no encuentro ningún entretenimiento para la inmensa mayoría de los españoles, ni para los que votaron, ni para los que se abstuvieron, porque todos conocen bien a los que nos trajeron a esta situación y para saber de los nuevos “okupantes” del Palacio del Congreso, no hay que mirar a Venezuela, como están haciendo los que se entretienen con esta triste situación, repasen la Historia de la II República (1931-1936), a la que parece ser está prohibido mencionar en público y en privado. Desde ese estudio sacaran conclusiones más claras que mirando a ultramar.
Lo cierto es que por desgracia, o no, si el Niño Jesús denostado y escondido por tantos esta Navidad, no nos ayuda, en este nuevo 2016, antes o después, sonará para nuestra Patria la hora de los españoles: LA HORA DE LA VERDAD.
Emilio Pérez Alamán Teniente General (R)
Si al mencionado problema económico añadimos que desde el pasado mes de Mayo, no por voluntad de los votos ciudadanos, sino por el uso nada democrático de los mismos mediante pactos de conveniencia entre partidos, el poder municipal es manejado por ideologías que nos sitúan en los fatídicos años 30 del siglo pasado. Ello nos ha llevado al intento, no disimulado, de paganizar una Festividad que a nivel mundial se celebra como el Nacimiento de Cristo por más que les moleste, olvidando que si cada uno nace cuando y donde Dios quiere ¿Cómo iba a ser una excepción en el caso de su propio Hijo? Que nació, históricamente en el sitio y momento que el mundo cristiano conmemora cada año con signos y símbolos tradicionales que no ofenden a nadie, más bien al contrario.
Sin embargo, rompiendo las costumbres y tradiciones de la mayoría (no sé que entienden por democracia estos individuos), no solo han disminuido y hasta anulado parte o toda celebración religiosa como: la colocación de Belenes, el formato de las Cabalgatas de los Reyes Magos y la participación en las mismas.
Pero no se han conformado con ello, ha habido sitios donde ciertos Belenes se han quemado, casualmente, extremistas radicales se han manifestado en templos durante celebraciones religiosas y se han quemado las carrozas de los Reyes Magos en el pueblo de Arrieta (Málaga).
Sin querer ser exhaustivo con más ejemplos de la intolerancia del comunismo trasnochado que practican estos ediles que no nos merecemos, no puedo dejar de mencionar el esperpento de la cabalgata roja exhibida en Valencia por su alcalde y compañía, rememorando, sin duda, la larga tradición de un año de la celebrada en 1937, donde además de las magas: igualdad, fraternidad y libertad, desfilaron carrozas con las efigies de Largo Caballero (Presidente de la República) y de Stalin, rodeados de milicianos y niños manipulados con propaganda comunista. Por supuesto que el ayuntamiento de la ciudad del Turia puede estar hoy tranquilo pues su broma de mal gusto no tendrá la consecuencia que sufrió Don Joan Rovira y Roure, alcalde, a la sazón, de Lerida en 1936, siendo Companys presidente de la Generalidad. A dicho Alcalde se le ocurrió celebrar la Epifanía del Señor del 36 con una Cabalgata de Reyes Magos tradicional, lo que le supuso que anarquistas y militantes de Ezquerra Republicana le retuvieran en la checa del Comité Central de Milicias Antifascistas y que posteriormente fuera ejecutado el 27 de Agosto.
La situación política creada tras el resultado de las elecciones Generales del 20-D unida al no resuelto problema catalán y la preocupación y tensión internacional que se vive debido a la amenaza terrorista, las desesperadas olas de refugiados entrando en una Europa desorientada y una economía global que tiende de nuevo a la recesión, nos sitúan al empezar el año en un ambiente que supera lo incierto, palabra buenista más utilizada en estos días.
Todo ello hace que los hombres de Fe miremos a ese Portal donde se encuentra en estos días el Niño que nos puede ayudar aunque algunos se empeñen en no mostrar, siquiera, alguna de las hermosas figuras napolitanas que trajo consigo el Rey Carlos III para implantar esta tradición en España y además ser el mejor Alcalde de Madrid.
Dicha presencia no tiene por que molestar a los no creyentes y puede beneficiar a todos, si hubiera buena voluntad.
Llegado a este punto, no descarto que algún lector que haya seguido hasta aquí mi reflexión, me considere ajeno a la realidad en que nos encontramos por el hecho de estar en Navidad. No es así, ni me siento indiferente ante el gran problema en que nos han colocado nuestros políticos.
Los clásicos por no haber sabido aprovechar la herencia recibida de una transición facilitada por la situación de una Nación que, como España, ya contaba con una gran clase media y cuya estructura social la había llegado a ocupar el noveno puesto entre los países industrializados, superando la ruina de una guerra civil, seguida de otra mundial y diez años de aislamiento inducido por el comunismo, hasta que éste fue reconocido por el conjunto del mundo democrático como el enemigo común.
Como consecuencia de la mala praxis de los partidos clásicos, los secesionistas se han radicalizado más aún y han emergido dos partidos más con representación parlamentaria, de los que, si bien, uno de ellos no supone mayor problema por su carácter democrático, lo que puede enriquecer el sistema, el otro, con actitudes radicales y totalitarias y una ideología absolutamente comunista, ya ha mordido poder en importantes ayuntamientos y pese a no tener los votos necesarios para ello, los gobierna a su estilo bien conocido, con el apoyo recibido de los socialistas. Se repiten así situaciones de nefasto recuerdo en nuestra Historia de hace ochenta años, aunque con la diferencia impuesta por la realidad del mundo del siglo XXI.
Tengamos en cuenta que a lo largo de casi 40 años, ningún plan de enseñanza de los distintos Gobiernos ha permitido que se enseñara, a los que ahora exigen el cambio absoluto en la convivencia entre los españoles, los hechos reales vividos por sus antecesores. De esta forma se ha radicalizado a esas nuevas generaciones adoctrinadas con viejas teorías fracasadas, buscando en ellas solución al fatal comportamiento del bipartidismo que ha ejercido el poder hasta ahora.
A mi juicio, esa y no otra es la principal consecuencia de los errores cometidos tras la transición. La reforma necesaria para pasar de un régimen al siguiente, dentro del claro concepto de España como un hecho indiscutible en la Historia de los pueblos, se transformó en una ruptura con afán de revancha, sin prisa pero sin pausa, hasta llegar a este momento.
Por supuesto, la situación, tanto interior como internacional, no tiene nada que ver con lo que ocurría hace 80 años, pero la inestabilidad que puede crear una política anacrónica resulta altamente preocupante y peligrosa para la marcha de España en la actualidad. Ante eso no se puede permanecer impasible, en consecuencia,es preciso que los máximos responsables adopten opciones específicas y concretas para que los ciudadanos puedan decidir con confianza a quién dar la responsabilidad para avanzar hacia los objetivos que mejoren nuestra convivencia y nuestra imagen en el Mundo.
No cabe duda que la situación en que nos han dejado las elecciones del pasado mes de Diciembre no parece la más adecuada para hacer frente a las dificultades que ya tenemos que superar. Empezamos por la campaña electoral en la que, siguiendo la norma habitual, la ciudadanía no recibió ninguna información clara de lo que ofrecía cada aspirante. El principal mensaje era descalificar al contrario, al que no se debía elegir por indecente uno o por ruin el otro o porque para un tercero los partidos de los anteriores eran corruptos.
Terminado el recuento de votos todos se sentían ganadores, aunque parece que ninguno de los partidos contemplaba que la abstención había sido de 9.280.429 españoles que, de forma democrática, no daban su confianza a nadie, mientras el partido más votado obtenía la de 7.215.530 votantes, si bien no se pueden cuantificar los del voto útil y los de confianza.
No obstante, a las veinticuatro horas todos conocían cual era el mensaje mandado por los 25.349.824 de españoles que el 20-D fueron reyes por once horas, al igual que aquella reina por un día del programa de televisión. Ellos, los protagonistas hasta las 2000 del 20-D querían que con sus votos se hicieran pactos(?).
Hace unos días escuché a un periodista de prestigio lo entretenidos que iban a ser los próximos días o meses para los profesionales de los medios. No le quito la razón, pero ¿Y para España? Teniendo en cuenta los antecedentes de unos y las intenciones de otros junto al egoísmo partidista de todos, no encuentro ningún entretenimiento para la inmensa mayoría de los españoles, ni para los que votaron, ni para los que se abstuvieron, porque todos conocen bien a los que nos trajeron a esta situación y para saber de los nuevos “okupantes” del Palacio del Congreso, no hay que mirar a Venezuela, como están haciendo los que se entretienen con esta triste situación, repasen la Historia de la II República (1931-1936), a la que parece ser está prohibido mencionar en público y en privado. Desde ese estudio sacaran conclusiones más claras que mirando a ultramar.
Lo cierto es que por desgracia, o no, si el Niño Jesús denostado y escondido por tantos esta Navidad, no nos ayuda, en este nuevo 2016, antes o después, sonará para nuestra Patria la hora de los españoles: LA HORA DE LA VERDAD.
Emilio Pérez Alamán Teniente General (R)
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