Cunde el desánimo en nuestra sociedad ante el denigrante espectáculo que muchos dirigentes públicos nos ofrecen todos los días.
Es imposible no acordarse en estos momentos del Rey Don Amadeo de Saboya cuando se marchó del Palacio de Oriente harto, dando un portazo histórico, en 1872, haciendo una semblanza sociológica impecable de España: “¡¡Ah, per Bacco, Io non capisco niente, siamo una gabia de pazzi ( esto es una jaula de grillos)!!” gritó Don Amadeo, fuera de sí. Apenas llevaba un año y medio en el trono y había dado en la diana.Sin embargo, no todo es negativo, ya que, pese a todo, es la propia sociedad la que se avergüenza de lo que ve. Esto significa que, pese a las apariencias, una gran parte de la población española mantiene valores morales de referencia sobre dónde está el bien, y dónde está el mal, y son muchas las instituciones que en este “maremágnum” tienen como norte de su actuación conceptos, en absoluto olvidados, como el del honor y de la caballerosidad.
Las Fuerzas Armadas constituyen una de ellas. De ningún modo es la única. Hay otras muchas, pero quiero, hoy, tomarlas como referencia ante el conjunto de la sociedad; de una parte porque es la que mejor conozco y de otra porque nos demuestran que hay una forma de vida bien diferente a lo que vemos todos los días en los medios.
Y lo hago, sobretodo, pensando en esos jóvenes soldados y marineros que en estos momentos se encuentran en Asia Central, Medio Oriente, África o, doquiera estén, sirviendo a nuestra Patria al amparo de esos principios enunciados.
Se trata de principios de actuación extensibles y extrapolables al resto de los ámbitos de nuestra sociedad, razón por la que no está de más el recordarlos en momentos como los presentes cuando parece que todo se rompe
Si hay algo que resplandece en los actos de todas las escalas de las FAS es la caballerosidad. Desde el simple soldado hasta el general, obligando tanto más cuanto más elevado sea el empleo que se ostente.
Se atribuye al Duque de Wellington la frase: “Para hacer oficiales hacer caballeros”, condición que es necesario hacer extensiva, hoy, a todos los componentes militares.
La caballerosidad queda definida por el proceder ajustado a las leyes del honor y obliga moralmente al comportamiento intachable.
Así, es reputado caballero el que se comporta noble, leal y honradamente; por el contrario, los actos reprobables, indecorosos o vergonzosos no son dignos de quien se precie ser un caballero.
Esta es la enseñanza principal que se imparte en todas las Academias Militares. Es la que nos enseña el “credo del soldado”, viejo manual, pero de rabiosa actualidad, donde se establece que el honor es la divisa del militar. En su propio honor y espíritu como marcan las ordenanzas, debe buscar el soldado la norma ajustada para velar por su honra, para prestigiar a su ejército y a la Patria.
Y convenimos con el ya citado “Credo” que el honor es el crisol que purifica los pensamientos e ilumina el camino inmaculado de las acciones dignas en el que resplandecen la integridad, la rectitud y la nobleza.
Naturalmente que como dice el refrán “no es oro todo lo que reluce” y que como en cualquier otra Institución hay claroscuros, pero, siempre, al final, la propia y secular organización corrige los posibles desvíos y resalta la fuerza moral que es la que posibilita la fortaleza de nuestros ejércitos.
Ya decía que este cultivo al honor y a la caballerosidad no son privativos, para nada, de las Fuerzas Armadas; especialmente cuando del concepto del honor individual hablamos, pues este radica en las personas y no en las Instituciones. Pero dicho esto, no cabe duda que es una garantía para nuestra nación saber que nuestros ejércitos sí que mantienen, todavía, viva esa comunión con un modo de vida que parece no estar de moda hoy.
Es por eso que a mí no me extraña que en el proceso destructivo de toda clase de ética, que vemos todos los días, se vislumbren acciones tendentes a romper la cohesión hasta ahora imperante en nuestros ejércitos y, que, al hilo de apariencias de modernidad se dicten normas que paulatinamente vayan mermando, sin solución de continuidad, la propia esencia de la Institución militar.
Lo siento, una tras otra. Claro que difícilmente alcanzarán sus fines pues siempre quedará el sentimiento del honor y que siempre ha llevado a nuestros ejércitos al cumplimiento del deber.
Y no puedo dejar de recordar la norma superior de actuación que el “Concepto de Liderazgo de la Armada” exige a nuestros marinos e infantes de marina y que, hoy, ante lo que vemos en España adquiere notoria actualidad:
“INTEGRIDAD que es la cualidad que guía a las personas a actuar siempre con honestidad, honradez, justicia, imparcialidad, sinceridad y compromiso, observando las más altas normas éticas y morales, y que permite esperar de ella un compromiso y responsabilidad con los principios y obligaciones de la profesión”.
Y termino recordando de nuevo, tal parece que fuera hoy, las palabras que Don Amadeo dirigió en su despedida a las Cortes el 11 de febrero de 1873: “Si fueran extranjeros los enemigos de la dicha de España, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todo los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles”.
Pues así seguimos hoy, pero siempre quedaran nuestras Banderas y desde este BLOG aportamos nuestro humilde quehacer cuatro veteranos soldados que no se rendirán nunca.
General de División de Infantería de Marina (R.) Juan Chicharro Ortega
Es imposible no acordarse en estos momentos del Rey Don Amadeo de Saboya cuando se marchó del Palacio de Oriente harto, dando un portazo histórico, en 1872, haciendo una semblanza sociológica impecable de España: “¡¡Ah, per Bacco, Io non capisco niente, siamo una gabia de pazzi ( esto es una jaula de grillos)!!” gritó Don Amadeo, fuera de sí. Apenas llevaba un año y medio en el trono y había dado en la diana.Sin embargo, no todo es negativo, ya que, pese a todo, es la propia sociedad la que se avergüenza de lo que ve. Esto significa que, pese a las apariencias, una gran parte de la población española mantiene valores morales de referencia sobre dónde está el bien, y dónde está el mal, y son muchas las instituciones que en este “maremágnum” tienen como norte de su actuación conceptos, en absoluto olvidados, como el del honor y de la caballerosidad.
Las Fuerzas Armadas constituyen una de ellas. De ningún modo es la única. Hay otras muchas, pero quiero, hoy, tomarlas como referencia ante el conjunto de la sociedad; de una parte porque es la que mejor conozco y de otra porque nos demuestran que hay una forma de vida bien diferente a lo que vemos todos los días en los medios.
Y lo hago, sobretodo, pensando en esos jóvenes soldados y marineros que en estos momentos se encuentran en Asia Central, Medio Oriente, África o, doquiera estén, sirviendo a nuestra Patria al amparo de esos principios enunciados.
Se trata de principios de actuación extensibles y extrapolables al resto de los ámbitos de nuestra sociedad, razón por la que no está de más el recordarlos en momentos como los presentes cuando parece que todo se rompe
Si hay algo que resplandece en los actos de todas las escalas de las FAS es la caballerosidad. Desde el simple soldado hasta el general, obligando tanto más cuanto más elevado sea el empleo que se ostente.
Se atribuye al Duque de Wellington la frase: “Para hacer oficiales hacer caballeros”, condición que es necesario hacer extensiva, hoy, a todos los componentes militares.
La caballerosidad queda definida por el proceder ajustado a las leyes del honor y obliga moralmente al comportamiento intachable.
Así, es reputado caballero el que se comporta noble, leal y honradamente; por el contrario, los actos reprobables, indecorosos o vergonzosos no son dignos de quien se precie ser un caballero.
Esta es la enseñanza principal que se imparte en todas las Academias Militares. Es la que nos enseña el “credo del soldado”, viejo manual, pero de rabiosa actualidad, donde se establece que el honor es la divisa del militar. En su propio honor y espíritu como marcan las ordenanzas, debe buscar el soldado la norma ajustada para velar por su honra, para prestigiar a su ejército y a la Patria.
Y convenimos con el ya citado “Credo” que el honor es el crisol que purifica los pensamientos e ilumina el camino inmaculado de las acciones dignas en el que resplandecen la integridad, la rectitud y la nobleza.
Naturalmente que como dice el refrán “no es oro todo lo que reluce” y que como en cualquier otra Institución hay claroscuros, pero, siempre, al final, la propia y secular organización corrige los posibles desvíos y resalta la fuerza moral que es la que posibilita la fortaleza de nuestros ejércitos.
Ya decía que este cultivo al honor y a la caballerosidad no son privativos, para nada, de las Fuerzas Armadas; especialmente cuando del concepto del honor individual hablamos, pues este radica en las personas y no en las Instituciones. Pero dicho esto, no cabe duda que es una garantía para nuestra nación saber que nuestros ejércitos sí que mantienen, todavía, viva esa comunión con un modo de vida que parece no estar de moda hoy.
Es por eso que a mí no me extraña que en el proceso destructivo de toda clase de ética, que vemos todos los días, se vislumbren acciones tendentes a romper la cohesión hasta ahora imperante en nuestros ejércitos y, que, al hilo de apariencias de modernidad se dicten normas que paulatinamente vayan mermando, sin solución de continuidad, la propia esencia de la Institución militar.
Lo siento, una tras otra. Claro que difícilmente alcanzarán sus fines pues siempre quedará el sentimiento del honor y que siempre ha llevado a nuestros ejércitos al cumplimiento del deber.
Y no puedo dejar de recordar la norma superior de actuación que el “Concepto de Liderazgo de la Armada” exige a nuestros marinos e infantes de marina y que, hoy, ante lo que vemos en España adquiere notoria actualidad:
“INTEGRIDAD que es la cualidad que guía a las personas a actuar siempre con honestidad, honradez, justicia, imparcialidad, sinceridad y compromiso, observando las más altas normas éticas y morales, y que permite esperar de ella un compromiso y responsabilidad con los principios y obligaciones de la profesión”.
Y termino recordando de nuevo, tal parece que fuera hoy, las palabras que Don Amadeo dirigió en su despedida a las Cortes el 11 de febrero de 1873: “Si fueran extranjeros los enemigos de la dicha de España, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todo los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles”.
Pues así seguimos hoy, pero siempre quedaran nuestras Banderas y desde este BLOG aportamos nuestro humilde quehacer cuatro veteranos soldados que no se rendirán nunca.
General de División de Infantería de Marina (R.) Juan Chicharro Ortega
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